Cortázar, según pasan los años

Por Gabriela Halpern

A mí “me presentó” a Cortázar mi papá. Fue en los días posteriores a su muerte. Yo no entendía, con mis escasos 13 años, por qué la partida de un escritor exiliado afectaba tanto a mis padres, y me animé a preguntar. Entonces, mi viejo me dio para que lea “La autopista del sur”.
En esa época, yo tenía 13 años, me devoraba toda la obra de cada escritor que conocía y me gustaba. Iba a la Feria del Libro y en El Ateneo conseguía todo Vasconcelos. En Losada la emprendía con Alejandro  Casona. Para acopiar la obra de Cortázar me bastó con los estantes de mi casa. A Todos los fuegos, el fuego le siguió Los premios y Bestiario Final del juego y… En quinto año, su emblemática foto con el cigarrillo en la boca estaba pegada en la tapa de mi carpeta.
Pienso que Julio Cortázar fue la primera lectura que “compartí” con los adultos de mi familia, en esa edad en la que se empiezan a compartir películas, conversaciones, casi como ese ritual de invitación a “la mesa de los grandes” en las reuniones familiares. Casualidad o no, hace poco a mi hijo de 13 le pasé Bestiario.




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