Lidia Blanco y Lola Rubio: "Falta instalar la literatura infantil como un campo propio."

En la segunda parte de la charla con Lidia Blanco y Lola Rubio, que inauguró el ciclo 2014 de los "Encuentros con autores de literatura infantil y juvenil", con la coordinación de Mario Méndez,las especialistas hablaron sobre la relación entre textos originales y adaptaciones, sobre si los lectores hacen o no un camino preparatorio a través de las adaptaciones, sobre la especificidad de la escritura infantil, sobre la disparidad en cuanto a la calidad de las publicaciones actuales y el lugar de los clásicos. Pero sobre todo a la necesidad de generar un espacio propio  en cuanto a su divulgación a través de los medios. Libro de arena presenta el final de la entrevista que retoma los temas polémicos en que quedó la primera parte para proseguir con estos otros.



MM: Para seguir con temas polémicos, que son simpáticos…

LB: Me encantó eso: lo polémico es simpático. Lo no polémico es aburrido…

MM: Si estamos todos de acuerdo…

Pablo Medina: A mí me pasa que como soy comprador de ediciones viejas veo distintas etapas. La primera edición de Don Quijote de la Mancha fue de Editorial Tor, en dos tomos. Completo. Después vino la de Billiken, después la colección juvenil de Peuser. Lo interesante es que descubro en este camino entre los cuarenta y los setenta u ochenta, que son como versiones más fieles. Hay una edición española de Don Quijote de la Mancha para los lectores jóvenes. Hay que revisar. No soy un experto en el tema. Soy un experto en husmear libros, pero no puedo hablar de la sutileza de los matices literarios. Hay una etapa en la producción de estos clásicos, apareció La Odisea también, siguiendo la línea de lo que originalmente hicieron Billiken o Robin Hood. Y aparece como una nueva versión de estos clásicos. Es interesante ver lo que está pasando con esos clásicos. Después de Harry Potter hubo intentos editoriales de lanzar sagas que no funcionaron. Hay como un posicionamiento de algunas editoriales, pero, por ejemplo, Astralib desapareció. Me parece que el mundo editorial hoy, en manos de tres grandes grupos es un peligro. Y creo que hay algunas editoriales que intentan modificar esto.

LR: Yo tengo una cosa muy ambigua con lo de los clásicos, porque más allá de las cosas que uno ha leído y ha disfrutado, y quiere que otro disfrute, pasa que uno lo escucha como librero en el stand de la feria, cuando viene el nene  con el cuaderno… “Dice mi mamá que me dé Juvenilia”… el nene tiene diez años, a la mamá le gustó cuando lo leyó, ni se debe acordar de cuándo lo leyó. ¿Por qué cree que le va a gustar Juvenilia a esta pobre criatura? Creo que hay tanta reedición de clásicos, miren todas las editoriales, hagan el ejercicio de pedir catálogos en las ferias y si alguno es miembro de alguna biblioteca de CONABIP tiene todo ahí. Ninguna editorial quiere dejar de editar clásicos. Porque se venden. ¿Y por qué se venden? Porque el papá, que a lo mejor no es lector, o que ha sido buen lector, pero que sí conoce, por ejemplo, El Principito. No estoy emitiendo opinión sobre El Principito. Estoy diciendo que el papá, la abuela, el tío, lo compran porque es su único registro de lectura de cuando eran niños. Entonces se sigue regalando lo mismo. Por eso cuesta penetrar con cosas nuevas. No estoy diciendo que no está bueno que lo lean. El tema de la recomendación, y del acceso al libro y a la librería, está tan mediatizado por el adulto, que los clásicos son venta asegurada. Si yo hago treinta libros, y de esos, hay veintiocho clásicos, los vendo. Hago dos de autores desconocidos y los voy a vender menos. Y no tiene que ver necesariamente con la calidad.

MM: Justamente tocás un tema que es polémico y simpático. ¿Para quién escribimos los autores de literatura infantil? Me acuerdo de cuando hiciste la presentación de la Colección Ríos de Tinta, y dijiste que como editora tenías que conformar a padres, promotores, maestros, y, finalmente, chicos. Y me acuerdo de una charla de María Teresa Andruetto en la que dice que no escribimos para chicos, sino para los mediadores… ¿Para quién escribimos?

LB: Creo que voy a tomar la palabra de Michael Ende, que es lo que se hace cuando uno no sabe qué decir, y que es nombrar a alguien poco discutible. (Risas). En una hermosa página en la que habla de sí mismo, Michael Ende dice: “Yo escribo para el niño que fui”. A mí me parece que a los escritores les sucede eso. Porque por un lado, hay un movimiento anterior, que tiene que ver con la imagen de la infancia que cada adulto ha logrado conservar. Seamos autores o no, todos tenemos adentro esa imagen, en un archivo de la memoria. Y de todas las personas que tenemos esas imágenes de la infancia, hay un grupo que decide escribir. Y en esos escritores hay diferentes decisiones, de diferentes lugares. En una jornada que organizamos con el SUTEBA de la Matanza, uno de los temas era  “el lugar del escritor”. Y la verdad es que las respuestas fueron completamente opuestas. Era un encuentro de  escritores argentinos conocidos. De pronto, alguien dijo que escribía sin pensar para nada en la persona a la que iba dirigido, sino que se daba cuenta de que podía ser para una edad o para otra, pero que no estaba pensando necesariamente en el lector. Era Gustavo Roldán. Yo no le creí para nada. Pensé: “Éste miente como loco”. (Risas). Márgara Averbach dijo que siempre escribe pensando en para quién lo hace,  qué le quiere decir, de qué lo quiere convencer. Y me pareció mucho más honesta. Dijo que no iba a perder el tiempo, encerrada con una máquina si no sabe para quién lo está haciendo. Que tenía todas las malas intenciones (ideológicas, artísticas) puestas en juego cuando escribía. Eran posturas distintas, de manera que no podemos hacer una generalización. Sí me parece que cuando el libro no tiene éxito entre los lectores, cosa que puede ocurrir, independientemente de la opinión del mediador, ese libro, de alguna manera se va muriendo y la editorial se da cuenta de que nadie lo compra. Y al revés, un libro en el que quizás el mediador no estaba tan interesado puede ganar lectores… Yo no sé si muchos docentes recomiendan a Luis María Pescetti. Pero no conozco un solo chico que no quiera tener un libro de él. Logró un lugar en la infancia, con los espectáculos pero también lo logró con lo que escribe, con Natacha, con juegos verbales, con el humor, logró un lugar que no está necesariamente santificado por el profesor de Lengua y Literatura. Hay libros que circulan por su propio peso, y otros por la presión que en algún momento hace un docente que considera que tiene que dar ese libro. También sucede otro fenómeno. María Teresa Andruetto escribió Stefano, que es un libro autobiográfico, en realidad Stefano es su padre, y Ema es su madre… Este libro tiene  escenas de sexo, y fue inicialmente rechazado por los docentes, porque presenta una escena en la que alguien se masturba. Y también sucede una relación sexual de Stefano con una mujer que no es su novia… no una prostituta, pero sí, podríamos decir, una mujer muy generosa sexualmente. Simpática, además. Y el libro fue descatalogado, en un momento. Resulta que se lo seguía reclamando. Todo el mundo quería ver ese libro, no sé si por las escenas sexuales, porque ningún libro había tocado ese tema antes, si porque está muy bien escrito, no lo sé. Pero se tuvo que editar de nuevo. Lo mismo pasó con Azul la Cordillera. Estuvo descatalogado en un momento dado, y luego se volvió a editar. Aparentemente nadie estaba interesado en los mapuches. Habrá ocurrido algo en la sociedad con los pueblos originarios, y ahora hay una búsqueda de libros con esa temática. Y Azul, la Cordillera, tiene un lugar en las bibliotecas escolares. Eso comentó la propia autora. Mientrasduermen las piedras, que es de una impactante calidad poética… poesía, como escribe María Cristina Ramos, es una verdadera obra de arte, con un lugar destacado en la selección de material de lectura juvenil.  La historia de El mar y la serpiente, el tema de la dictadura… ¿A qué chico le va a interesar lo que pasó en la dictadura? Una editora que no voy a nombrar me dijo que a ninguno. Le pregunté si estaba segura, si había conversado con muchos pibes. Apareció  el cuento Los pájaros mudos, de Esteban Valentino, y tuvo un éxito impresionante. Ahí se jugó mucho Canela como editora. Y cuando apareció El mar y la serpiente, sucedió que Paula Bombara, a la que no conocía nadie, se hizo famosa en el mundo. Con esto quedó claro que era un error y que el editor también se puede equivocar. Y no editar algo que va a darle prestigio y a la vez ser una buena inversión, porque es un tema que está instalado en la sociedad.

Asistente: A mi escuela iba el año pasado. Ella es mamá en la escuela a la tarde. Trabajo El mar y la serpiente. Los chicos la leen y salen tantas preguntas y tantas cosas, que es impresionante.

LB: Cuando ella llevó ingenuamente ese libro, con esa historia que ella cuenta siempre, dejó el manuscrito en Norma. Y Antonio Santa Ana, lo metió con todos los otros. Nadie la conocía. Nunca había editado nada. Encima se le ocurrió hablar de la dictadura. Hablar de la Triple A… ¿qué es esto? Y vino uno de los integrantes del equipo de lectura. Ustedes saben que las editoriales tienen equipos de lectores que ayudan al editor, porque solo no puede. Y Antonio contaba que llegó con el libro llorando y diciéndole que había que editar ese libro. Y así editaron a Paula Bombara. El libro estuvo encajonado por un año, hasta que vimos lo que ocurrió. Así que las editoriales pueden equivocarse. Todos podemos equivocarnos, por suerte, y es importante apuntar a la buena calidad. Yo no tengo nada contra los clásicos. Me parece que no tienen un éxito como el que acabamos de decir, la posibilidad de que el escritor vaya personalmente a una escuela. Esteban Valentino debe ser uno de los tipos que más libros vende. Recorre lugares, se rodea de adolescentes, y cuenta historias de él como profesor. ¿Por qué tiene tan claro al adolescente? Porque es profesor de adolescentes. ¿Por qué tiene tan claro un “Bardo”? Porque uno de sus alumnos era el que había asaltado con una arma al intendente de San Fernando. Entonces, tenía muy claro qué es un chorro. Y qué pasa con los pibes chorros. No es que se le ocurrió, sino que lo había vivenciado. Es un escritor con una capacidad interesante de comunicación con la adolescencia. Escribe muy bien dentro de lo que es la literatura juvenil. Y le va muy bien. Me parece que estos éxitos de la literatura juvenil, deberían dejarnos en claro que estamos encaminados y que hay que alentarla. El año pasado, di un seminario que era exclusivamente de literatura para adolescentes, acá en La Nube. Y tomé autores de juvenil. Y muchas personas se sorprendieron de lo que estaban leyendo, y habrán ido a sus escuelas con eso.




Asistente: Muchos docentes desconocen el estado de la literatura juvenil. Y cuando uno recomienda libros son muy reacios, porque hay que ponerse a leer. Eso, algunos lo hacen y otros no. Es una pena porque hay una gran cantidad de títulos, y no llegan a los adolescentes a veces.

LR: Igual, mi utopía sería que volviéramos a hace cuarenta, cincuenta años atrás, cuando en Francia y en otros lugares del mundo había tantas bibliotecas como esta, donde el chico elija solo lo que quiere. Y que no me escuche a mí, ni a Lidia, ni a Mario, ni a la maestra. Porque la literatura también es un espacio de rebeldía, de transgresión. El libro que elige la maestra, es una cosa distinta. Los libros de Alma Maritano, o Caídos delmapa, tienen el plus de “el libro que mamá no quiere que lea, que la maestra no quiere que lea y que la directora no deja entrar en la escuela”. Y con Pescetti pasa lo mismo. Ese resto de transgresión que tienen. Me encantaría que los chicos dijeran de los libros: “qué plomo, qué bueno, qué feo”. Me encantaría. Yo no sé si se podrá. Me parece que el movimiento de bibliotecas populares que hay ahora, no tuve la suerte de conocerlo cuando era chica. Incluso las buenas escuelas no tenían biblioteca. Mi casa estaba llena de libros pero no había libros infantiles. Me parece que sería genial, como es en otros países, Francia mismo, donde los chicos van a la biblioteca que está en el barrio (no es que tienen que hacer un movimiento extraordinario), y hay cosas viejas, nuevas, clásicas, los estantes son abiertos, el chico elige, mira, deja, toca. Creo que hay que salir del circuito perverso que genera la escuela, porque “todo lo bueno ocurre gracias a la escuela”. Todo lo malo, la verdad, también es culpa de la escuela. Es una cosa muy perversa.

MM: Lo que pasa es que vos, como editora, ¿podés prescindir de la escuela?

LR: No, ¿cómo voy a prescindir? Es mi santo, es la estampita. No.

LB: Yo voy a hacer una defensa de la escuela. En un punto. Yo no conozco todas las escuelas del mundo ni las de  la Argentina tampoco. Pero me parece que en el Plan Nacional de Lectura, el primero que se hizo durante el gobierno de Alfonsín y del que tuve el gusto de participar, se llevaron libros a todos los pueblos del interior. Se crearon muchísimas bibliotecas, se reabrieron ciento noventa y cuatro bibliotecas populares, que habían sido cerradas durante la dictadura militar, gracias a la gestión de Alfonsín. Me parece que es importante reconocer, más allá de la ideología política que tenga cada uno de los que está acá, las gestiones gubernamentales exitosas en este punto.  Ese plan llevaba escritores, especialistas, cosas maravillosas. Gustavo Roldán estuvo en la comunidad toba. Inauguró allí una biblioteca. Yo fui testigo presencial de la visita  de v los tobas a la Dirección General del Libro, cuando estaba Hebe Clementi, se reunieron, con sus trajes típicos, se arrodillaron, le besaron la mano, y le dijeron que ella era la primera persona que los veía como argentinos. Estas cosas se gestaron con la democracia. Después vino otro Plan. Y ahora hay otro Plan, en las bibliotecas escolares.  Y hay muchos libros que compró el gobierno nacional, desde el Ministerio de educación, y que ocupan un lugar en la biblioteca. El alumno tiene derecho a ir a la biblioteca y llevarse prestados los libros que desea leer. Y eso es posible.

LR: También me ha pasado, ir y constatar que los libros están, pero en un armario cerrado. Solamente tengo admiración para lo que ha tenido tanta continuidad, con el tema de CONABIP. Eso se ve, se percibe y creo que los frutos vamos a verlos en diez, quince o veinte años, pero tiene que haber más bibliotecas, más frescura, tiene que ser un espacio social en el que la gente circule. Hoy en día los chicos no van solos ni al quiosco. Entonces es difícil que vayan a hacer tres o cuatro cuadras hasta la biblioteca.  Eso es más utópico, pero sería realmente muy bueno. Que se animen a entrar en la biblioteca y revisen y busquen. Vamos a estar todos, desde la crítica literaria, el periodismo, más independientes del circuito de la escuela. Uno va a poder tener un catálogo más escolar, sin malas palabras, sin esto, sin lo otro, y otro catálogo de libros más potentes y menos censurados, porque no vamos a estar tan dependientes de la escuela. Creo que eso sigue pasando y que, para mi gusto, los libros están lavadísimos. O gran parte de los libros.

Asistente: Nosotros, por ejemplo, trabajamos en bibliotecas escolares y  lo que implementamos hace dos años, es permitir que los chicos vengan a terminar de leer en los recreos. Hay chicos a los que les cuesta llevarse el libro, a pesar de que tenemos sistema de préstamos. Entonces en los recreos habilitamos cajas y leen en forma libre, ponen un señalador y vuelven después de dos días y lo siguen. Vamos remando con eso, pero  lo que veo es que yo dejo la puerta abierta como invitación, y los chicos me piden que la cierre, porque la biblioteca es el único lugar de la escuela más tranquilo. Es importante generar espacios, en los que ellos puedan tener su búsqueda y su momento. Ellos vienen, buscan, lo ponen en la caja y nosotras no les decimos nada. Que tengan la libertad de ir y buscar. Un día quieren historietas, otro día me piden algo de teatro, y nosotras nos corremos un poco de lo que ellos trabajan con el docente.

Asistente: Yo soy bibliotecaria escolar en La Matanza, hace mucho tiempo. Y me pasa lo que decía la compañera, que los chicos, hace años que vienen en el recreo, y leen teatro. Es como teatro leído. En los recreos ensayan y después le hacen la lectura a los compañeros. Y lo que pasa es que me falta tiempo, porque toca el timbre y no se quieren ir. Los tengo a los maestros del otro lado, golpeándome la ventana para que los deje. O cuando van al baño… pasan por la biblioteca, y me piden que les preste un libro. Entonces se los separo y después los vienen a buscar. Pero les falta tiempo. Y a los papás lo mismo. La condición para que se lleven un libro a la casa es que tiene que venir el papá. Y firmar la ficha de lector. Cuando viene, yo le ofrezco el libro, y le leo al papá… y no se quiere ir. Y me pregunta por otros. Así empieza el intercambio. Y los chicos preguntan de todo. Dónde está la poesía o los libros de dinosaurios. Pero se suben a las sillas y sacan ellos, totalmente libres.

 
 
MM: Hay que abogar por recreos más largos…

Asistente: Yo estaba en una escuela en la que por la tarde había talleres, y uno era Biblioteca Libre. Entonces, había una tarde, en la que estaban cuatro horas explorando ahí.

LB: A mí me parece que esto que ustedes están contando, está sucediendo mucho más de lo que sabemos. Yo apuesto a la escuela como un lugar de contención, de aprendizaje, de conocimiento. Y creo que hay que renovar el tiempo, el espacio, lo que sea, pero es el lugar al que uno lleva a su hijo, lo deja, en un lugar seguro, y tiene que poder llevarse libros prestados de la biblioteca. Y creo que está ocurriendo, porque relatos como los que acabamos de escuchar, los multiplico con los variadísimos relatos que escucho en los seminarios que doy. Pero ocurre en la escuela primaria. Y en el Nivel Inicial. En cambio, no ocurre con esa intensidad en la escuela media.  Y ahí me sumo al texto de Lola. ¿Por qué pasa esto en Inicial y primaria y con los adolescentes no? No tengo ninguna respuesta.

Asistente: Porque no hay bibliotecas…

LB y LR: Sí que hay…

Asistente: En mi escuela, en la que la mayoría de las que ingresan son nenas que vienen de sexto grado, vienen en la secundaria porque no hay bibliotecas.

Asistente: En alguna puede ser, pero en la Ciudad de Buenos Aires todas las escuelas tienen bibliotecas. Bibliotecas muy nutridas

LB: Claro…

Asistente: Lo que no tienen son bibliotecarios.

Asistente: Depende de la escuela. Hay algunas bibliotecas en las que hay mucho movimiento y los chicos buscan material, hay otras en las que el bibliotecario cierra en los recreos porque hay que descansar…

LR: No está en función del lector.

Asistente: Mi experiencia en secundaria fue haciendo Talleres de Lectura en el aula. Con el encuadre de Graciela Guariglia.

LB: ¡Ah, muy bien! Ella dejó un legado muy importante…

Asistente: Sí, y los que tuvimos la posibilidad de cursar el Seminario sobre Lectura que hizo, trató de que se entendiera la importancia de la difusión de la lectura. Porque cuando se les pone a los chicos la caja de libros fuera de la materia Lengua y Literatura, ocurre que muchos chicos no saben… otros se llevan, y a veces algunos libros desaparecen…

Asistente: Bienvenido sea.

Asistente: Sí, hay docentes que están haciendo esto, pero son pocos. Por eso es importante ver cómo se forman los bibliotecarios, para poder hacer llegar la literatura a docentes, y además, en secundaria, hay una lucha con los docentes, bastante complicada.

LB: Lo que pasa es que ahí hay un problema que yo vengo planteando hace muchos años, y lo digo lo más rápido que pueda porque ya tenemos que ir cerrando y es que  la carrera de letras de las universidades de todo el país, no tiene una materia que sea “pedagogía de la lectura”, que es una maestría especial en Venezuela, en Colombia. En Brasil, gracias a la gestión de Ana María Machado. La idea de que formar lectores requiere una preparación previa, ya sea para enseñarle a leer a un chiquitito, o para enseñarle al de dieciocho… no está. No tenemos una Graciela Guarigila convertida en un referente académico. Cuando nosotras empezamos a trabajar juntas en la facultad, en 1988, la primera institución que nos apadrinó y nos sostuvo, nos sorprendimos por la fuerte demanda de nuestros temas. Teníamos cerca de cien alumnos en cada seminario. Graciela Guariglia exponía especialmente sobre el tema de la formación de lectores y la metodología de la lectura silenciosa y sostenida. Los temas LIJ eran mi tarea. Cuando ella se fue, no continuó en la facultad, nadie retomó después esa cuestión. El seminario permaneció unos años más.  Cuando apareció la reforma educativa, me opuse. El consejo directivo levantó el seminario, es decir, me echaron. Volví diez años después, pero no estoy dentro de ese circuito tan grande de entonces.



MM: La verdad es que quedan montones de temas abiertos, y quedan cosas para seguir preguntándose. Dos minutitos, para darle un cierre… una de las cosas que también polemizamos en nuestros encuentros, fue el crecimiento indudable de la LIJ en la Argentina, pero que cualitativamente presentaba ciertas dudas. ¿Ustedes qué piensan? ¿Cuál es en su opinión, el panorama de la literatura infantil y juvenil hoy en la argentina?

LR: Es muy difícil, se escribe mucho, se publica mucho, y la calidad no siempre es pareja.

LB: A mí me parece que hay un crecimiento cualitativo importante, y que el hecho de que haya escritoras traducidas a muchas lenguas, empezando por Laura Devetach, significa que estamos produciendo libros de calidad. No todos los autores han tenido el mismo éxito, y esto significa que no todos los libros tienen la misma calidad, pero desde la democracia para acá ha habido lo que yo llamo una revolución democrática, con una multiplicación de autores y una posibilidad de tener presencia en el exterior. Que María Teresa Andruetto haya ganado el premio Christian Andersen en 2012, debe honrarnos a todos, porque ella es la que dice (lo digo un poco en broma y no tanto) cómo hay que escribir bien. Tenemos teóricas de la envergadura de Andruetto,  de Montes, de María Adelia Díaz Rönner. Creo que hemos crecido mucho, porque hemos tenido pensadoras importantes. Yo tengo una mirada muy optimista. Y si algo no está tan bien escrito, bueno, ya se corregirá.

LR: Yo tengo una orientación al mercado que no puedo disimular, y tampoco quiero, porque creo que uno igual puede tener una mirada muy crítica. Les voy a decir dos cosas que a mí me enojaron mucho, porque soy muy cabrona y me enojo sola, mucho. La secretaría de cultura invitó cuarenta escritores al salón del libro de París. De casualidad, Ani Shua escribe para chicos. Pero ninguno fue en calidad de autor de literatura infantil. Creo que Claudia Piñeiro tiene una o dos novelas… y ellos tuvieron presentaciones en la Biblioteca Nacional, en una especie de seminario paralelo, al salón del libro. No fue ni Ricardo Mariño ni Laura Devetach, premio SM, no fue María Teresa Andruetto, premio Andersen… entonces, la verdad es que nos queda mucho por hacer. Por supuesto que si yo miro lo que pasaba hace quince o veinte años o en mi infancia, es increíble todo lo que se hizo, pero falta instalar la literatura infantil como un campo propio, necesitamos periodismo especializado… Ñ sacó un número especial, por sus diez años, en el que aparecieron manifestaciones culturales de todo tipo que me encantaron, grafitti, folklore, ballet clásico y folklórico… todas las manifestaciones de la cultura… hay una mención, no me acuerdo si de una página entera o de media página a María Elena Walsh…¿no pasó nada en literatura infantil? con todo el amor que tengo por María Elena Walsh, pero ni siquiera media página a Andruetto que ganó el Andersen… los premios tienen esto… que a uno le dan relevancia. Ni siquiera destacaron las premiadas. Laura Leibiker, que es la editora de Norma, publicó una carta de lectores en el número siguiente. Yo no me animé a hacerlo. Y ella tuvo que pedir permiso a sus editores para mandarla, y se la publicaron. Y decía esto, diez años de cultura en la Ñ, ¿y no aparece la literatura infantil? Esas dos cosas a mí me muestran, que si yo voy a hacer una crítica de un libro de literatura infantil, va a ser laudatoria, porque yo quiero cuidar el campo, mi espacio, mi ambiente, mis autores, mis libros. Y voy a hacer una crítica más que constructiva. Para hacer una crítica como la de los libros de adultos, tengo que tener más espacio, más centímetros, entonces me voy a animar. A éste lo critico, a éste lo respaldo,  a éste lo aplaudo… pero mientras tengamos esos espacios tan residuales no me voy a poner a criticar un libro. Si tengo dos centímetros, digo que me gustó. Cuido mi nidito.

Asistente: Y los padres van a seguir queriendo que el chico lea Juvenilia, porque lo otro no lo conocen.

LR: Yo creo que los planes de lectura, o los círculos de bibliotecas, rompen un círculo vicioso. La ausencia de periodismo es grande. La literatura infantil factura cerca del 15% considerando todas las publicaciones. Las que puede hacer una universidad, que tiene un público cautivo. De lo que llega a una librería, el 30% que se vende es literatura infantil y juvenil. Y el espacio que tenemos en los medios no lo refleja ni por asomo. El salón de París… ahora estamos armando la presencia argentina en el salón de Brasil, y no hay un pasaje para un autor que represente a la Argentina. Ni qué hablar de lo despareja que es la traducción. El volumen de libros traducidos al castellano respecto del volumen de libros argentinos traducidos a otros idiomas. Es una pendiente totalmente desigual, y necesitamos mucho trabajo en el exterior, en ferias. Por supuesto que lo que está es buenísimo. Pero a la gente que tiene una chance de darnos una página como literatura infantil y no lo hace yo la quiero matar. (Risas). No es tanto lo que les pido. Es una página en una revista.

Asistente: En muchas librerías del circuito comercial el espacio físico dedicado a los chicos es bueno. Van y eligen lo que quieren. Los dejan sacar, eso me parece maravilloso. Tiene diez años de vida.



MM: Bueno, la verdad es que seguiría, y seguiría, pero nos tenemos que ir, quiero pedirles un aplauso para las dos invitadas. (Aplausos). Nos vemos la semana que viene. 

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