Valeria Sorín y Fernanda Maquieira: "El editor aporta valor al texto que después se va a convertir en un libro. "

La entrevista a María Fernanda Maquieira y Valeria Sorín en La Nube, el lunes 11 de agosto de 2014, dio comienzo al segundo ciclo del año de "Encuentros con autores de literatura Infantil y Juvenil" que organiza el Programa Bibliotecas para armar. En la charla, coordinada por Mario Méndez, las editoras hablaron sobre el trabajo invisible que debe realizar el buen editor. También tocaron otros temas como la riqueza, calidad y perdurabilidad de la literatura publicada en Argentina. Ambas dieron importancia al papel de los mediadores de la lectura, como las librerías y especialmente la escuela, institución fundamental para llegar a chicos que de otra manera no serían lectores; y subrayaron que la LIJ ha comenzado a ocupar otros espacios con más fuerza, en ámbitos académicos de los que antes no participaba. Libro de arena publicará la segunda parte de la entrevista el viernes próximo.

Mario Méndez: Como en la radio, cuando la gente se saluda antes de salir al aire y después, bienvenidas María Fernanda Maquieira y Valeria Sorín, pueden aplaudirlas así queda grabado. (Aplausos). Les agradezco mucho que estén acá, chicas. Es un aplauso merecido y agradecido al mismo tiempo. Hay que cruzarse toda la ciudad de onda para venir acá a charlar con la gente a la que le gusta la literatura infantil. María Fernanda Maquieira es editora de Alfaguara Infantil y Juvenil: la mayoría de ustedes saben que es una de las editoriales más grandes del país, con uno de los catálogos más ricos y extensos. Por suerte estoy ahí, acompañado por unos cuantos autores muy importantes, entre ellos algunos de los que van a venir a este ciclo, como Iris Rivera, Luis Pescetti, María Inés Falconi. Es, además, autora de Rompecabezas, una novela muy interesante de la que también le voy a hacer unas preguntas. Es un placer que estés acá. Valeria Sorín es editora egresada de la Carrera de Edición, secretaría académica de la misma Carrera, es la Directora de Cultura LIJ, una revista dedicada específicamente a la literatura infantil y juvenil, y de una editorial que es La Bohemia. Se dedica al periodismo cultural desde hace unos cuantos años, es amiga y me ha editado. Es interesante, me parece, comenzar este ciclo de charlas con dos editoras especialistas en literatura infantil y juvenil, que representan dos espacios particularmente opuestos y a la vez complementarios. Una gran editorial, perteneciente al Grupo Santillana, multinacional, y La Bohemia, ya el nombre es significativo, que es una editorial pequeña, más artesanal. Ambas, tanto Fer como Vale, dedicadas a la literatura infantil y juvenil, que viene en franco crecimiento. Voy a empezar por ahí. ¿Cómo ven hoy el panorama de la literatura infantil y juvenil? Su crecimiento, y su futuro…

María Fernanda Maquieira: Creo que es un momento muy rico para la literatura infantil y juvenil, de muchísima producción, donde pueden convivir proyectos diferentes. Editoriales grandes con proyectos de larga data, y emprendimientos nuevos de editoriales independientes, que a lo mejor trabajan con catálogos más acotados, o especializados, como se dice en el mercado, más “de nicho”. A mí me parece fantástico porque creo que se complementan, dialogan, y si bien son diferentes, creo que lo que sucede en definitiva, es que todos, los grandes y los pequeños pasamos por un tamiz, que es el de la calidad de los libros. Del contenido de lo que hacemos. Por ese tamiz, seas grande o pequeño, me parece que pasás por ahí, y lo que perdura es lo bueno, la calidad. Sea grande o pequeño. Ahí, me parece, nos unimos los grandes y los pequeños proyectos.

MM: El tema es la calidad…

MFM: Me parece que sí. El tema de lo que perdura, de la calidad. Me parece que ahí está el lugar de encuentro de los grandes y de los pequeños proyectos. A veces hay como un preconcepto de que las grandes editoriales sólo se dedican a proyectos comerciales, en los que valen sólo los números, y se publica sólo lo que vende mucho, lo que es masivo y popular, y que las editoriales pequeñas publican las cosas de calidad. Yo discuto con esa idea, me parece que no es así, y que los grandes y los pequeños pasamos por ese filtro, y que lo que perdura en los dos casos es la calidad.

Valeria Sorín: Coincido mucho con tu visión. En todo caso, esta idea de diferenciar grande y pequeño, tiene más que ver con otro país. Argentina tiene un estándar de literatura infantil muy alto. Cualquiera que quiera ingresar, parte de una vara alta. Esta reunión de hoy lo prueba. Hay gente, receptores, muy entrenados. Cada vez más. Hay una expectativa alta, entonces todos los editores tenemos que apostar a una calidad alta. Esto, no necesariamente pasa en otros países, en los que hay un sector editorial mucho más pequeño, donde lo que siempre está garantizado que circule son “las papas fritas”, que es lo que funciona en cualquier lugar del mundo. Si queremos variedad de sabores, sabores que hagan apuestas de otro tipo, vamos a tener que tener una variedad de restaurantes. La metáfora aplica perfectamente a lo editorial, cuando hay una multiplicidad de editoriales, hay muchos sabores para degustar y probar. Eso pasa en espacios de circulación más comercial, y menos comercial. Los chiquitos también queremos vender mucho, lo comercial no está fuera de nuestro deseo, pero lo que sí nos planteamos los nuevos jugadores, es cómo generar diferenciación. Ahí nos volvemos más especializados, y rápidamente, con menos posibilidad económica, mostramos identidad. Entonces te sumás con un proyecto muy claro para poder mostrar la identidad y poder diferenciarte. Son como estrategias de ingreso de nuevos jugadores.

MM: ¿Y cómo es esto de la perdurabilidad en el mundo nuestro de la LIJ? Es particular, porque ustedes saben que los libros de literatura para adultos, suelen durar poco. Los libros nuestros duran mucho. ¿A qué se deberá?

MFM: Para hablar específicamente de la editorial que yo represento, diría que somos una editorial de fondo, de catálogo. No de novedad. Preferimos sostener libros de hace muchos años, y reeditarlos permanentemente, ponerlos a disposición del público, que entrar en el frenesí de la novedad. Hay muchas teorías sobre este tema. Incluso se ha dicho que es una época de demasiados libros. Coincido con eso. Si los libros son buenos, bienvenidos. Todos queremos muchos libros buenos. Pero con ese término, se hace referencia a que hay un exceso, una cantidad de publicaciones y de novedades mensuales que impiden a un librero poder abrir una caja, sacarlos y exhibirlos en su local. Hay una rotación tan rápida por la cantidad de novedades que se editan, que no permanecen. Se abre una caja, se pone en la mesa de novedades, al mes siguiente llega otra caja y la mesa de novedades hay que vaciarla y poner las novedades del mes. Nosotros estamos más focalizados en cuidar, en conservar los clásicos. Por eso hablaba de lo perdurable. En aquellos libros que hicieron historia en la literatura infantil argentina, y de otros países, porque no publicamos solamente autores argentinos, sino también de otros países de Latinoamérica, y de lengua extranjera en traducciones. Nos concentramos mucho en conservar esos libros, que son un tesoro que consideramos que no deberían perderse las nuevas generaciones. La Torre de Cubos, Dailan Kifki o Matilda, por nombrar tres libros canónicos e importantes dentro de la historia de la literatura infantil, son nuestras puntas de lanza, las herramientas más fuertes para el catálogo de Alfaguara. Más que ese frenesí por la novedad todo el tiempo, en el que una novedad termina tapando a la otra. Pero eso, me parece que es una responsabilidad de todos, de los editores, de los autores…

VS: La Bohemia nace como una editorial de poesía en el 2000. Luego se inclina al ensayo literario y la narración, y del ensayo literario llegamos al ensayo en la literatura infantil y en la lectura. Es un recorrido de vida que se parece al de sus editoras. Desde sus inicios el logo de la editorial es un árbol. Lo cierto es que publicamos pocos libros al año, que esperamos que sean perennes, porque no queremos que se vaya con la estación, que llegue el otoño y perdamos esas hojas.

MM: Qué linda esa imagen de las hojas de los árboles. ¿Cuánto influye el tema de la escuela en la lectura? Me gustaría conversarlo con ustedes, justamente por las dos ópticas. En Alfaguara, los mismos promotores se dedican a todo: llevan los manuales, las novelas, la poesía o el teatro infantil. Tienen un equipo especializado, entonces, la escuela, para la mirada de Alfaguara es importantísima. ¿Por qué y cuál es el rol que ustedes le ven a la escuela, y cuáles son los problemas (y esto también vale para La Bohemia) además de las ventajas que tiene la escuela respecto a la LIJ?

MFM: Para nosotros es muy importante la escuela, así como son importantes las librerías. Los maestros son nuestros aliados, los libreros también lo son. Son diferentes mediadores entre el libro y el destinatario niño. Por eso consideramos que tiene que haber gente especializada, promotores que han estudiado literatura y que conocen muy bien los libros y las herramientas y estrategias pedagógicas. También hay personas que atienden las librerías que conocen estos mecanismos. Para nosotros ese lugar es fundamental, porque sabemos que el libro llega a las manos de los chicos por varias vías. Por sus familias, (padres, abuelos, tíos), alguien que les acerca el libro o que les facilita el acceso al libro cuando los lleva a una librería. Hay muchos otros niños que no tienen esas posibilidades y que sólo conocen la literatura o sólo acceden a las lecturas en la biblioteca de la escuela o en el aula con su maestra. Por eso nos parece tan importante ese espacio. Porque sabemos que hay chicos que, si no fuese por la escuela, no podrían convertirse en lectores. No tienen ese contacto.

VS: Tarde o temprano, la escuela es un interlocutor. Por un lado, los libros llegan a partir de las compras de los materiales. Se arma un plan lector en la escuela y se dice qué van a leer. Otro camino es a través de la biblioteca de la escuela. Además, desde hace unos años, de la dotación de las bibliotecas de aula de parte del Ministerio de Educación. Entonces hay muchas formas por las cuales la escuela termina siendo siempre un interlocutor de los editores. Hay algo, que creo que nos pasa más a las editoriales más chicas, por esa necesidad de que el producto sea perfectamente definido, al milímetro. Y tiene que ver con cómo va a ser leído no sólo por el niño, que es el destinatario final, sino por ese adulto particular que es el docente. En ocasiones, ocurre que es un freno a la innovación. Una cosa es un mediador entrenado, curioso, como los que están aquí hoy, que vienen porque tiene una curiosidad propia. Y otra es el docente que no tiene necesariamente vocación por la literatura. ¿Qué pasa con esos libros o esos textos que necesitan algún entrenamiento para el mediador, que a veces carga con una gran cantidad de prejuicios frente a los niños? Otro riesgo que el editor tiene en mente es ¿qué pasa si la obra se escolariza? ¿Qué pasa si agarramos cualquiera de esos libros para marcar los sustantivos comunes y hacer el listado de los adjetivos? Es un riesgo. Pero también es un gusto… Comunidades es una colección bilingüe. Primero buscamos un pueblo y de ese pueblo buscamos una historia que en sí misma nos resulte sabrosa. No necesariamente el mito de origen, sino una historia que nos convoque. Se la damos a interpretar a un escritor y a un autor gráfico. Y luego la escritura viaja a través de un traductor a su lengua originaria. Y se publica en tupí guaraní y castellano, o en mandarín y castellano, en zapoteca y castellano, en aymará y castellano. Cuando pensamos la colección, partimos de acá, de la Ciudad de Buenos Aires, donde el aula es multicultural. En el interior del país, las aulas también son multiculturales. Así como Emilia Ferreira decía que no se puede empezar la clase diciendo que hoy se va estudiar la letra “a”. No hay una primera letra para un niño. Es interesante que, en esta escena maravillosa que es la lectura compartida, se comparta un libro y alguno de los chicos pueda decirle a la maestra que eso no es así porque a él se lo contaron diferente. Lo que pasa con los cuentos muy tradicionales de los pueblos, es que cada familia los cuenta diferente. Como las empanadas en la casa de cada uno de todos nosotros. Y todas son empanadas de carne. Nosotras vimos esa escena. Mi socia es docente de Plástica, y vio esa escena. Además de que nos la contaron otros docentes. Una nena boliviana había llegado hacía muy poco a la Argentina e ingresado en una escuela del distrito 15. Pertenece ella a la cultura aymará, que hace un culto del silencio, que resguarda universos. Por supuesto, en estas sociedades en las que estamos, ese silencio no facilita la integración. Entonces, en el medio de un día en el que había horas libres, aparece Por una noche, de Mario Lillo, y empiezan a leerlo. Los chicos empezaron a preguntar qué era ese idioma que no entendían y que estaba en la página. No lo podían pronunciar, no lo podían leer. Y la nena dijo que ella sabía aymara. Le pidieron que les leyera un poquito. Y ella dijo que bueno, pero si cerraban los ojos. Todos cerraron los ojos y ella leyó un pedacito. Y eso sólo, era nuestra escena soñada. Que apareciera alguien que dijera que sabe de esto y diera lugar para seguir la conversación.


MM: Muy linda la historia. Las dos hablaban de los mediadores. Decías que los adultos a veces son los facilitadores y otras veces obturan. Sobre todo los docentes y especialistas. Hay un espacio de la LIJ (y lo traigo a cuento porque vos sos la editora de Cultura LIJ), en el que me parece que hay una suerte de hueco, que es el espacio de la crítica. No hay mucha crítica. No sé si hay suficiente reflexión en esa crítica. ¿Qué experiencia tenés como editora de Cultura LIJ? Y después te pregunto a vos, Fer, porque me acuerdo de que en un momento Alfaguara tenía una revista… Los mediadores, ¿acceden a la crítica? ¿Les interesa? ¿Hay una reflexión interesada en eso que en la literatura para adultos está institucionalizado, y pareciera que en la literatura infantil y juvenil, no tanto?


VS: La crítica, entendida como la cantidad de “likes”, o de deditos para arriba, “oscarcitos” de los medios masivos, brilla por su ausencia. Hay poco. Muchos escritores nos dicen que lo que falta, además, es una crítica ácida. La crítica que destroza los libros. Esto falta también en medios especializados como Cultura LIJ, porque muchas veces uno elige, de un libro del que no le gusta nada, editado por gente que uno respeta mucho, en lugar de hablar mal de ese, hablar bien de otro. Porque hay mucha producción valiosa. Y el espacio de expresión es acotado. Si yo hablo bien de algo, también estoy diciendo que si el lector acuerda con esos criterios y los sigue llega a sus propias conclusiones acerca de qué no cabe en ese mismo saco.


Me parece que, más a partir de la experiencia de los congresos que organizamos, lo que hay es la necesidad de ofrecer puntas de ovillo. “Bárbaro, yo ya me leí toda esa parte de la biblioteca, ya conozco a estos autores. ¿Por dónde sigo? ¿De qué punta de hilo puedo seguir tirando? ¿Y para llegar adonde?” Y ahí empieza cierto recorrido que tiene que ver con búsquedas múltiples por las que pasan todos los lectores. Cada uno de nosotros llega a la biblioteca con búsquedas que además varían en los tiempos. A veces tenemos una curiosidad intelectual, a veces una necesidad poética. A veces necesitamos narración. Que nos cuenten historias. A veces necesitamos algo que sea calentito para el alma. A veces llegamos sedientos. Mi sensación es esta. Es mayor el deseo de encontrarse con diferentes hilos, como recorridos lectores posibles. Y a partir de ahí, cierto material nos permite seguir nuestras propias búsquedas.

MM: ¿Y vos, Fer?

MFM: Yo creo que la crítica tradicional, quizá está en crisis. La crítica como se la conocía antes d

e las reseñas o los comentarios de libros en los medios masivos de comunicación (gráficos, radiales, programas de televisión, etc.), sobre libros, en esos espacios tradicionales, la LIJ tuvo un lugar muy pequeño, esporádico. Casi siempre sacaban números espaciales para el Día del Niño, o para la Feria del Libro Infantil. Lo que me parece interesante de este momento, es que esa crítica tradicional en la que el campo LIJ no encontró su espacio de legitimación, está puesta hoy en otros ámbitos, en las redes. Si uno se mete un poco e investiga las redes sociales, la cantidad de blogs y de espacios que hay, de crítica, reflexión, análisis, de literatura infantil y juvenil es grande y bueno. Hay muchísimos especialistas en literatura, que están produciendo cosas interesantes ahí. En ese medio, que está al alcance de cualquiera que tenga conectividad y una computadora. Es mucho más masivo, en ese sentido. Y con una vuelta de tuerca que es la posibilidad de compartirlo con otros, que puedan opinar sobre eso y discutir. La discusión, la veo más puesta ahí que en los ámbitos más tradicionales.
Asistente: ¿Puedo hacer una pregunta? Continuando la línea de tu comentario, eso en cuanto a crítica especializada. Además, hay otra crítica no especializada. Quería saber si este fenómeno los alcanza…

MFM: Está lo especializado, con gente muy formada, con blogs o sitios muy serios y muy interesantes de crítica de literatura, por decir dos o tres… el de Laura Escudero, Ana Garralón, Germán Machado… por nombrar alguna gente que realmente hace cosas interesantes respecto de la crítica en Hispanoamérica, y también está esto que vos decís, que es el mismo público. Los propios lectores que se conectan, comentan, se recomiendan. Eso circula por lugares insospechados. Eso por el lado de los medios. Y también me parece que la LIJ está teniendo más espacios en lo académico. Además de los Seminarios históricos que hubo en la UBA, a fines de los ochenta, principios de los noventa, empezó a haber especializaciones, maestrías, en distintas universidades. Y también muchos foros, congresos y seminarios. Me parece que eso es muy valioso, porque hay un espacio académico para la literatura infantil, que antes no había.

MM: Una pregunta un poco malvada… ¿en Letras ya entramos dentro de la academia, específicamente?

MFM: Estoy un poco apartada, porque tengo unos cuántos años de egresada. En la época en la que yo estudié Letras en la UBA la LIJ no existía. Mencionaba aquellos seminarios memorables, de Lidia Blanco, que empezaron a construir ese espacio, y que tuve la suerte de poder conocer en esos años.

VS: Hasta el ’95 o ’96, ese seminario de Lidia Blanco en el grado en la UBA, después se discontinúa y ya después del 2000, Lidia puede retomar en el posgrado y Gloria Fernández en el grado. Eso en la UBA. Después, tenés el crecimiento que hubo en la última década en los Institutos de Formación Docente (INFOD), que trabajaron en todo el territorio del país en una relación intensa entre la literatura infantil y juvenil y la escuela. Pero todavía, en los Institutos de Formación Docente, en los casos en los que hay, son seminarios, no materias. Una materia es algo medianamente obligatorio. Un seminario, tiene una oferta distinta. Hoy hay uno, mañana otro. Por diferentes razones. Algunos porque los profesores tienen dedicaciones que se los exigen, les dan continuidad, pero son la menor cantidad de los casos. La literatura infantil está a nivel de seminario. En la UNLP, tenés el antecedente de un seminario que ya tiene una década, pero en la carrera de Educación. La gente de Letras de la UNLP puede hacerlo como optativo.

MFM: Hay uno en la UNSAM también, pero son cosas que están ahora.

Pablo Medina: Nosotros hicimos un convenio con la UNSAM, que está digitalizando su biblioteca. Muchos alumnos hacen interconsultas, por la carencia de bibliotecas especializadas. Es un tema que no está ordenado, salvo en el Instituto Summa. Estamos trabajando en esto con la UNSAM para que la gente pueda tener acceso. En este momento hay varios convenios nacionales, también con la Universidad Católica de Chile, y con la Fundación Castilla- La Mancha, para ver un poco qué pasó con España en la provisión de libros. Lo que quiero decir es que hay proyectos dando vueltas. Casi todos son a partir de pequeñas instituciones como nosotros, el tema está instalado. Hay una necesidad urgente de ver qué se va a hacer con el tema. Nosotros hacemos hincapié (y esa es la discusión que tengo con Lidia este año), en que hay que recuperar lo que se haya publicado antes del ’60. Hay un desconocimiento de lo que pasó antes, sobre todo en la década del ’40. Es muy interesante. La Editorial Abril, la Editorial Codex. Es un campo muy rico para trabajar, que no está al margen de la literatura en general, porque muchos de los autores también produjeron libros para adultos. Hay una intención de discutir cuál sería el canon para una maestría, que es algo que hace falta. En marzo o abril tuve una discusión con Lidia. Venían a vender libros de Castilla- La Mancha, que, por otra parte, son carísimos. Venían a vender su maestría, que es, básicamente, de literatura europea. Y algo de literatura latinoamericana se lee. Es importante esto que está pasando.



















MM: Bien, vemos que estamos empezando a entrar en la academia. Nos llama la atención que todavía hoy haya como una cosa perdonavidas. No se critica duramente. Yo no lo veo, prácticamente, en ningún lado. Quizá porque el espacio es poco, entonces no se ve mucho sentido a hacer una crítica dura. Recién decías que por la crítica, y por los medios, y por los blogs, llega el reconocimiento de los autores. A pesar del crecimiento grande de la LIJ, me parece que hay un problema, con las “nuevas voces”, que tardan en conocerse, porque me parece que la escuela, que es una aliada con nosotros como autores, es un poquito lenta para aceptar esas voces. Nos quedamos con grandes autores, geniales, como Gustavo Roldán, Laura Devetach, Graciela Montes…
VS: Viste que en literatura un autor joven tiene cuarenta y cinco…

MM: Somos unos niños…

MFM: Es una carrera de largo plazo.

MM: Esas “nuevas voces”, de eso quería preguntarles a ustedes que son editoras, y que reciben material todo el tiempo, ¿a quiénes les parece que hay que destacar hoy? ¿Quiénes están llegando con fuerza? ¿Cuál es la política de cada una de las editoriales para darles ingreso?

VS: Lo más concreto que puedo decir, es que en la revista, a partir del 2012, que para la LIJ fue un año muy triste, porque murieron María Elena Walsh, Roldán, Midón, Carlos Schlaen… nos dio una especie de sensación de que había que ver cómo se contrarrestaba eso. La revista tiene una sección, que es la que hace las notas de despedida, que se llama Homenajes… Y lo que se sentía en un momento era que no queríamos hacer más homenajes. Queríamos seguir teniéndolos con vida. Y entonces pensamos en dar la bienvenida. Entonces creamos una sección que es Primeros Brotes. En la que la idea es nada más que darles la bienvenida a nuevos autores e ilustradores que empiezan a verse. Es una sección que nos cuesta mucho hacer. Nos cuesta mucho ponernos de acuerdo, poner el parámetro para ver cuándo está llegando un autor. ¿Alguien que tiene tres libros publicados está llegando? A veces, sí. Y a veces, no. ¿Cuándo está llegando un ilustrador? ¿Por que empieza a hacer trabajos para editoriales y a publicarlos? Dibujos en manuales, me refiero. Después, empieza a hacer libros ilustrados, o los convocan para las tapas e interiores, y en un momento aparece la carga autoral. Ese es el momento en el que nos gusta festejar a los ilustradores. Más allá de si hicieron un libro como autor integral o no, se ve una voz autoral. Dejó de hacer la ilustración pedida. Esa sección nos cuesta mucho hacerla. Más que los homenajes, que eran más fáciles. Creo que ese es el espacio. Después, en la editorial hemos publicado autores con diferentes recorridos.

MM: ¿Y en Alfaguara?

MFM: Es un poco más difícil. En las grandes editoriales, sobre todo en este momento, después de veinte o veinticinco años de publicar, tenés un fondo muy grande de autores. Como decía Valeria más temprano, en este país tenemos una historia de la literatura muy rica, y muchos autores de calidad. Acá (en La Nube) tenemos un ámbito que puede dar cuenta de eso. De la vasta producción que hay. De la historia de la literatura. Como decía Pablo, desde los años cuarenta, en Argentina, grandes autores, pioneros de la literatura infantil, construyeron eso y por lo tanto tenemos una cantidad importante de autores para publicar. Entonces, nos cuesta bastante poder hacer hueco, no tenemos tantos espacios como para poder incorporar autores nuevos. Cuando tenemos un autor, nos gusta cuidarlo mucho, y eso significa un trabajo muy personalizado con ese autor. Trabajar en su recorrido, en su proyecto dentro de Alfaguara, porque los autores de literatura infantil y juvenil, en general, escriben mucho más de lo que una editorial puede publicar. Y como es lógico, publican en muchas editoriales al mismo tiempo. Eso es difícil, y tratamos de hacer un proyecto de ese autor dentro del sello. Tener una línea, un recorrido o una temática para que se diferencie de lo que hace en otras editoriales. Eso no nos permite abrir tanto el juego hacia nuevas voces, aunque sí publicamos gente que tiene menos libros. Hemos publicado los primeros libros de autores que ahora son más conocidos. Cuando empecé a trabajaren la editorial, Pescetti tenía publicados dos libros. En casi veinte años de trabajo, pudimos recorrer juntos el camino con varios autores. Por supuesto que hay voces nuevas muy interesantes, como Andrea Ferrari, Martín Blasco o Paula Bombara. Gente que tiene menos libros publicados, y en estos últimos cinco años crecieron muchísimo. Cuando no tenés anotados los nombres no querés olvidarte de nadie, pero sí que hay voces nuevas.

MM: El año pasado acá hicimos un ciclo con eso. Uno era Andrés Sobico, que acá nos vino a ver… invitamos a quince y dejamos afuera como a cuarenta, porque hay una gran cantidad. Y también de gente que hace ilustración.

MFM: En los últimos cinco años hubo un movimiento más fuerte de autores que empezaron a publicar. También tiene que ver con la aparición de nuevos proyectos y de editoriales independientes. Hay más espacios para poder publicar, y eso le permite a gente que recién se inicia, poder empezar a publicar rápidamente y hacer un recorrido.

Asistente: 

También debe haber algo en que ya hay talleres específicos de literatura infantil. Son de formación de escritores de literatura infantil.
VS: Sí, hay varios grupos que le dan continuidad. Y eso permite una maduración del taller y de los asistentes.

MFM: Sí, varios son alumnos de escritores… Igual voy a decir una cosa odiosa. Es fantástico que la gente escriba y publique, pero hay cosas muy malas. Como dice mi compañero y colega Antonio Santa Ana, alguna gente tendría que ponerse guantes de castidad antes de escribir un libro de literatura infantil. Creo que hay mucha gente que escribe mucho y que lee poco.
MM: Ahí también hay un problema de responsabilidad editorial. Más allá del escritor, o la escritora, que quizás está inmaduro, me parece que a veces hay recepción de cosas que se publican porque el mercado lo pide, sin la suficiente seriedad, en algunas editoriales. Creo que es mínimo…
MFM: Vamos a las librerías y hay cosas descartables…

MM: Sí, en la literatura de adultos también. Hay muchas cosas olvidables.

VS: Sí, igual, a mí, como soy editora y me formé en eso, cuando un libro pasó todo un proceso, donde sea que haya sido, termina publicado, y uno dice: “¿Así? Le falta horno. Uno encuentra, también, que las mejores obras de algunos autores suelen juntarse cuando hablan alrededor de ciertos editores. Y te das cuenta de que el trabajo del editor es transparente, bien hecho no se ve (tenemos abuelas que nos quieren mucho y nos dicen todo el tiempo lo lindos y lo buenos que somos, porque a los editores nadie más va a venir a decirnos eso, porque nuestro trabajo no se ve). El trabajo del editor se ve cuando uno encuentra una colección que está linda, bien cuidada, donde se luce un autor que uno no hubiera sospechado. Y ahí uno empieza a suponer que hubo un acompañamiento. Por supuesto que a un mejor vínculo, hay una mejor capacidad de elección, porque el escritor te ofrece más obras. Además, hay un trabajo que el editor tiene hecho sobre el texto y el autor nunca se da cuenta de que uno lo hizo. Un trabajo sobre el lenguaje, que consiste en tratar que ese libro sea la mejor versión de sí mismo. Por nombrar un caso… Daniel Goldín estuvo en un lado, y estuvo en otro, y llama la atención lo lindo del catálogo de Océano en los últimos años. Y fueron los años que estuvo Goldín, que venía de armar el catálogo en Fondo.

Asistente: ¿Pasa que a veces, un escritor muy bueno y que publicó mucho, lleva algo que no es tan bueno? A mí me está pasando, que a veces siento que alguien perdió ya el arte…

MFM: Puede pasar. Pero también puede pasar lo que dice Valeria, que no tuvo un buen acompañamiento de un editor, porque además de ser invisible o transparente, como dice ella, tiene que tener una gran responsabilidad, una gran capacidad crítica hacia lo que está leyendo, sea el nombre que sea el que uno tiene enfrente. El editor tiene que ponerse en un lugar en el que a veces va a decir cosas muy duras, le proponés al autor un montón de correcciones y sugerencias, y a veces tenés que decirle que su libro no va. Y es durísimo ese momento. Uno tiene un vínculo con esa persona, no es solamente una cuestión comercial. A veces tenés que decirle que ese libro no está a la altura de él mismo, de su carrera. Que tiene que darse tiempo, tomarse unos meses, darle una vuelta. Y cuando eso sucede, el resultado es otro. Vos no podés dejar de hacer tu trabajo de editor porque el libro es de un autor prestigioso, y la gente lo compraría igual. Le hacés un gran mal al autor. Porque tarde o temprano, ese libro se va a caer.

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