Lo que dicen las lecturas
Los cánones de lectura se construyen también en la escritura de ficción. Qué se lee, qué se cree respecto de lo que se lee, qué leen los otros y cómo las lecturas los califican es un discurso que encarna el fragmento de Tokio Blues, de HarukiMurakami, que hoy publica Libro de arena.
Leía mucho, lo que no
quiere decir que leyera muchos libros.
Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. En esa época, mis
escritores preferidos eran Truman Capote, John Updike, Scott Fitzgerald,
Raymond Chandler, pero no había nadie en clase o en la residencia que
disfrutara leyendo a este tipo de autores. Ellos preferían a KazumiTakahashi,
KenzaburoOé, YukioMishima, o a novelistas franceses contemporáneos. Así pues,
no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en
silencio. Los releía y cerraba los ojos, y me llenaban de su aroma. Sólo
aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz.
A los dieciocho años, mi
libro favorito era El centauro, de
John Updike, pero cuando lo hube releído varias veces, perdió su chispa, y
cedió la primera posición a El gran
Gatsby, de Fitzgerald, obra que continuo encabezando mi lista de favoritos
durante mucho tiempo. Tomar El
granGratsby de la estantería, abrirlo al azar y leer unos párrafos se
convirtió en una costumbre y jamás me decepcionó. No había una sola página de
más. “¡Es una novela extraordinaria!”, pensaba. Me hubiera gustado hacer partícipes a los otros chicos de tal
maravilla. Pero a mi alrededor no había nadie que leyera El gran Gatsby. Dudo que lo hubieran apreciado. En 1968, leer El gran Gatsby no llegaba a ser un acto
reaccionario, pero tampoco podía calificarse de encomiable.
Pese a todo, conocí a
una persona que había leído El gran Gatsby, y nos hicimos amigos, precisamente
por ello. Se llamaba Nagasawa y estudiaba Derecho en la Universidad de Tokio,
dos cursos por encima de mí. Nos conocíamos de vista, ya que vivíamos en la
misma residencia, hasta que un día en que yo estaba leyendo El gran Gatsby en un rincón soleado del
comedor, él se sentó a mi lado y me preguntó qué leía. “El gran Gastby”, le dije. “¿Es interesante?”, me preguntó. Le
respondí que lo había leído tres veces, pero que cuanto más lo releía más
párrafos interesantes le encontraba. “Un hombre que ha leído tres veces El gran
Gatsby bien puede ser mi amigo”, repuso como hablando para sí mismo. Y nos
hicimos amigos. Corría el mes de octubre.
Cuanto más conocía a
Nagasawa, ´más extraño me parecía. A lo largo de mi vida, me había cruzado,
había encontrado o conocido a muchas personas extrañas, pero jamás a nadie que
lo fuera tanto. Leía muchísimo más que yo, pero tenía por principio no
adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la
muerte del autor. “Sólo me fío de estos libros”, decía.
-No es que no crea en la
literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo
libros que no hayan sido bautizados con el paso del tiempo. ¿Sabes? La vida es
corta.
-¿Y qué escritores te
gustan?-le pregunté.
-Balzac, Dante, Joseph
Conrad, Dickens- me respondió al instante.
-No son muy actuales que
digamos.
-Si leyera lo mismo que
los demás acabaría pensando como ellos. ¡El mundo está lleno de mediocres! A la
gente que vale la pena le daría vergüenza hacer lo que hacen ésos. ¿No te has
dado cuenta, Watanabe? Los únicos medianamente decentes de toda la residencia
somos tú y yo. El resto son basura.
-¿Por qué lo dices?-Me
sorprendí.
-Porque lo sé. Lo llevan
escrito en la cara. Basta con mirarlos. Además, nosotros dos leemos El gran Gatsby.
Hice un cálculo mental:
“Todavía no han pasado treinta años desde la muerte de Scott Fitzgerald”.
-¿Y qué más da? ¡Por dos
años!-exclamó-. A un escritor tan extraordinario como él lo adelanto, y no hay
más que hablar.
Nadie en la residencia
imaginaba que Nagasawa era un lector secreto de obras clásicas, aunque, de
haberlo sabido, no les hubiera extrañado. Él era famoso por su inteligencia.
Fragmento de:
Tokio Blues
HarukiMurakami,
Barcelona, Tusquets, 2005
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