Leonardo Oyola: “Leer y escribir es de lo más sanador que hay en la vida”


Compartimos la segunda parte de la entrevista que Mario Méndez le realizara a Leo Oyola en un frío lunes de invierno, en La Nube. La distendida charla permitió que nuestro invitado recorriera varios temas importantes de su vida y su literatura. Nos habló del suceso que fue Kryptonita, de las fuertes experiencias recogidas con lectores y lectoras en unidades penitenciarias, de cómo la publicación de Chamamé lo convenció de que el de la literatura era su camino de vida y, entre otras muchas cosas, de la profunda, definitoria relación que mantuvo con su maestro, Alberto Laiseca.



Mario Méndez: ¿Cómo fue la experiencia de lecturas y visitas en las unidades penitenciarias?


Leonardo Oyola: Como en las escuelas. Algún coordinador entendió que mi literatura podía comunicar algo a la gente de su taller, y se empezaron a enganchar. Las primeras veces nos dimos cuenta de que como son muy agradecidos y agradecidas, y te dan lo poco que tienen ahí adentro, sabés que no se los podés rechazar, sabiendo que van a privarse de eso. Para no ser descortés. Después, ya nos pusimos de acuerdo en caer de sorpresa. No solo para que fuese más espontáneo, sino para que no se quedaran sin eso que después quieren regalarte. Desde el vamos yo tuve esa política de acompañar al libro adónde me lleve. Y lo que aprendés adentro es a no juzgar. Es gente que se equivocó, que está pagando un precio muy caro por esa equivocación, aparte del dolor y del arrepentimiento. Y después lo otro, no solo en nuestro país, porque también he tenido propuestas en Uruguay… las unidades penitenciarias están llenas de gente pobre. Hay gente que cometió los mismos delitos o que hizo cosas peores, y que pueden evadir el castigo, mediante un sistema que favorece ese tema de los chanchullos legales. Vas, como vas a una escuela pública o privada. Lo que no podés es ignorar qué tipo de energía hay ahí, la tumba chupa muchísimo, es híper gris. Y no es que salís de ahí y podés volver al toque a tus actividades. Realmente te expone, te  das cuenta de lo importante que es la libertad, el solo hecho de poder elegir. Desde elegir en qué momento dormir. Siempre está esa energía, y está el intercambio con las cosas que escriben. Leer y escribir es de lo más sanador que hay en la vida. Son cosas que quedan repiqueteando, que están ahí. Alguien que se animó… ahora con todo ese asunto de redes sociales empezaron a comentar que yo iba, que para esto no cobro, salvo cuando me lleva la editorial, que es el transporte y una noche en donde sea, porque ni siquiera pido hotel. Por lo general me quedo en la casa de los coordinadores. El libro apareció así, y me parece que es importante mostrarles a todos que hay que tener fe en la escritura.


MM: Y con la cuestión del verosímil, cuando un lector está en una unidad penitenciaria, y ha leído Chamamé… que tiene varias escenas, desde que empieza, en la “tumba”, ¿critican? ¿Te dicen que algo no es de esa manera? ¿Te preguntan cómo sabés? ¿Cómo es ese asunto de los vínculos?


LO: No. Adentro de la unidad penitenciaria de eso nunca hablan. Al contrario. Se ríen. O me dicen que estuve asesorado. Se enganchan de otra manera. El que más se da es Kryptonita, pero también se dan mucho Santería y Sacrificio en las “uni” femeninas. Es distinto. Y a la vez, después de haber ido tantos años y ver todo, algunas cosas le encontrás. El hombre adentro, necesita, para endurecerse, para poder pasarla, hacerse tumbero. No demostrar sentimientos, no hacer otra cosa. Entonces, por ahí con Kryptonita se enganchan más con el capítulo del hijo y enseguida con el tema de las familias, y empezamos a hablar de todo eso. La mujer es más dura, en el sentido de no mostrar sus sentimientos, y está pensando en “cuando salga”. El hombre no sé si es más duro, pero elige el auto encierro también. Las mujeres se enganchan  con los capítulos de bailes. Viste que en todas las novelas tengo capítulos de baile. Y me hacen jodas así, me pregunta si es verdad que bailo como Patrick Swayze, me piden que les muestre… en ese sentido, la mujer es más luminosa dentro de ese mundo sin sol que está transitando en el día a día.


MM: En Chamamé, el enganche con el amor de su vida, la madre de su hijo, es a través del baile. Una pregunta casi de chico, de lector, sobre Chamamé. Cuándo lo ve al loco, al Pastor, ¿qué te imaginás? ¿Que le va a pegar un cuetazo o le va a dar la mano?


LO: Es que también para mí es la gran duda y para mí eso estuvo bueno. Me pasó con todo lo que escribí. Que mientras lo escribía iba conociendo más a los personajes y se me iba modificando. Chamamé terminaba de una forma muy diferente, y hubo un momento en el que me acuerdo de dónde lo estaba escribiendo y todo, estaba la ruta 3 y salía caminando, y ahí visualicé como iba a terminar. Porque pensaba que por más odio que le tenía a él, siempre uno iba a permitirle al otro. Y ahí visualicé algo que no había visto hasta ese momento. Yo los trataba al Perro y al Pastor como si fueran el protagonista y el antagonista. Pero si bien el Perro es el narrador, es tan antagonista como el Pastor. Y se complementan. Y lo más interesante en ese viaje  (en el viaje metafórico, no solo en el literal por toda la Mesopotamia), es que al Perro, al que al principio vemos más humano, por el odio que le tiene al Pastor y por querer matarlo, se va deshumanizando un montón. Y el Pastor, que al principio contamos en flash  back quién fue en la cárcel y todas esas cosas, todo lo contrario. Se cansó de ser un monstruo. Quiere humanizarse. Quiere mostrar otro lado. Por más que el Perro está convencido de que son chamuyos, para mí el Pastor es un tipo que se cansó de la vida por izquierda y quiere comprar una oportunidad. Y el Perro, que está en el mismo tranco de la vida que el otro, y podría también elegir otra oportunidad, tiene mucho miedo a vivir una vida normal. Porque no sabe hacer otra cosa. Tiene mucho miedo a hacerse cargo de su paternidad, tiene mucho miedo a tratar de mantener una familia día a día, cuando estuvo siempre acostumbrado a él y “sálvese quien pueda”, también porque le enseñó su papá. Entonces cuando me cayó esa ficha, me pareció que estaba bueno lo de cambiar, que estaban lindos esos momentos,  y exagerarlos. Llevarlos más hacia lo cinematográfico, para alejarnos un poco de lo duro y lo fulero que es un hecho policial en lo diario, siempre en esto, en el código de ficción. El ancla, el asidero de verdad, es que nos pensemos todos en esos momentos. Cómo son esas dudas y cómo es difícil en serio el día a día. Es algo que se me instaló. Por ejemplo, para hacer Kryptonita hice una primera versión que era mala, que parecía una parodia involuntaria. Tenía que leer mucha historieta para tratar de entender más al personaje, llevarlo ahí. Y de repente leí a un autor, Alan Moore, que tiene algo que me gustó  es la humanización de Superman. Alan Moore tiene una historieta  increíble que se llama “¿Qué le pasó al hombre del mañana?”, que es uno de los tantos nombre que recibe Superman. Y que es que desapareció. Y todos preguntan qué le pasó a Superman. Y es un tipo indestructible, peleó con todos los monstruos y las amenazas del universo, y que se da cuenta de que la aventura definitiva, la más dura y  que está lejos de ganar es la de jugarse por una pareja, que es Luisa Lane, casarse con ella, tener un hijo y ser eso: un padre de familia. Me pareció increíble, pero no por bajada de línea, por lo de los héroes anónimos, sino porque, de verdad, es de lo más difícil que existe. Para cualquiera.


MM: Bueno, entonces ¿el Pini hace eso? Porque en un momento está la sospecha de que se vuelve a Kryptón…


LO: Hay un tema… A mí, Laiseca me enseñó también que tengo que respetar lo que opinen los lectores, sacando que ideológicamente te tiren algo. A mí me ha pasado que los lectores me digan montones de cosas de mis libros y pensar por adentro que nada que ver. Y otras que me pareció que algo que me decían estaba buenísimo, y hasta mencionar eso si me hacían un reportaje. La primera vez que me pasó fue en España. Una señor en Ibiza se me acercó y me dijo que sabía por qué el Perro los trataba a todos de Gun’s & Roses. Porque está diciendo en inglés, como si se presentara ahora a robar, “Damas y caballeros”. En lugar de eso dice “Pistolas y Rosas”. Era una señora muy grande. ¿Y yo que iba a decirle? ¿Qué Gun’s & Roses es una banda? No. Después, en Madrid me hicieron una nota y me preguntaron por qué el Perro los trataba así, y les dije que porque era un caballero a la hora de robar. Y en el suplemento cultural salió destacada esa frase. (Risas).


MM: Los editores mejoran los libros y los lectores también.


LO: Por supuesto. Por eso también te decía… Toda esta vuelta porque yo escribí Kryptonita convencido de que después el lector iba a decidir: son superhéroes, o es una alucinación del médico por el cóctel que se prepara, y porque ya hace cuatro días que está despierto, en esa duermevela. Y la verdad es que todos los lectores eligieron que fueran superhéroes.  Y bueno, ya está. No es que pensé en si Pini se volvía a Kryptón, o lo que sea. Sí, lo que siempre pensé, y cuando le puse ese título a la novela de este tipo, en apariencia indestructible, fue en el concepto de kryptonita, que son los restos del lugar de donde vino, que son lo único que lo debilita y que puede matarlo. Y en que Superman nunca había volado porque nunca se había ido del barrio. Nunca había dejado de hacer esquina. En el momento en el que decide irse, puede volar por primera vez. Ese era mi concepto. No sé si estoy tan lejos, pero ya el hecho de volar, está bueno.


MM: Así terminan la novela y la película: voló. Igual vos le das esa libertad absoluta al lector, no me acuerdo si lo dice el Faisán, “contala como quieras”.


LO: Sí, el Faisán, justo. Que cada uno la reproduzca. Eso me parece lo más hermoso de las canciones. No me acuerdo de adónde lo leí, o a quién le escuché que las canciones son la forma más perfecta de la historia. Porque después se reproducen de forma oral, y el que la incorporó la sabe de memoria. Y es real eso. Ahora podés tener toda la tecnología, que te caiga una novela al celular, pero nos ponemos a charlar vos y yo, y si te digo: “Amanece en la ruta, no me importa dónde voy, me he dormido viajando”, vos sabés, la podés transmitir también. Y eso es genial.


MM: Posiblemente por eso te esté esperando el tango. Porque está en la cosa tribal.


LO: Puede ser.


MM: La historia también es muy fuerte en vos. Etapas raras de la historia: 1910, 1930, 1897, ¿eso fue porque buscabas un contexto nuevo para la ficción, o porque te interesó de pibe?


LO: Historia no me llevé. ¿Ves? Era como lo más sencillo a la hora de estudiar.


MM: No nos enseñaban 1897…


LO: No, pero para esa época está Sherlock Holmes. La idea era ver qué pasaba allá y qué estábamos haciendo nosotros acá. No recordaría por qué elegí lo del Tigre… En realidad sí, lo que pasa es que estoy haciendo un spoiler. Por qué chanchullos presidenciales se fue alejando esa mano armada de ese candidato presidencial, y se estableció el grupo como está. En el caso de Hacé que la noche venga, tenía que ver con la época exacta del subte y eso. Ahí yo estaba en la mala y andaba haciendo unos laburos de albañilería. Estaba laburando en una obra en Belgrano, y para volver al oeste me salía más barato ir de Belgrano con el subte y hacer la combinación después con  el “A”, a Plaza Miserere y ahí tomar el tren, en lugar de tomar el 28 hasta Liniers, y de ahí ir para Morón. Yo ya era grande, tenía más de treinta años y me mataba el trabajo físico. Y me pesaba que cada vez que me bajaba del subte pensaba: “Dale, puto, esta gente en la década del treinta, sin máquinas ni nada mirá lo que laburó”. Y un día empecé a mirar los murales. Viste que cuando estás en tu rutina es que ahí está la estación en la que te bajás. Y un día empecé a mirar los murales de Rodolfo Franco, creo que era el autor de todos los de la línea D, y que me quedé maravillado en el de Scalabrini Ortiz, el que más me gustó. Y ahí fue como que empezó a nacer esa historia, empecé a investigar, y justo se dio que ese tramo hasta lo que es ahora Plaza Italia se hizo en el ’39. Y ahí me apareció esa historia. Pero en el caso de Hacé que la noche venga y Bolonqui con lo del Centenario, nos daban a elegir. Y me gustó ese momento por todas las locuras que había con respecto a lo del cometa Halley. Yo me acuerdo de que me miento con que vi al cometa Halley cuando pasó en el ’86.


MM: Claro…


LO: En la televisión te explicaban a qué hora tenías que verlo, y si no tenés un telescopio no ves nada. La figura del cometa en el manual es re linda, y es Maradona haciéndoles el gol a los ingleses, pero ¿qué es en el cielo un cometa? Pasa rápido. Es como esas imágenes de las que te hablaban en los ’90, la imagen inteligente en 3 D. Todos te dicen que era el velero. Dale… ¿Cuántos vieron el velero? Vieron los triangulitos, las cosas esas…



MM: Me quedan varias preguntas pero vamos a darle paso a la gente, que seguramente quiere preguntarte algo.  


Asistente (Alejandro Alonso, escritor): Recién comentaste que la etapa de leer cómics e historietas fue posterior a que empezaras a escribir. Sin embargo, a mí me enganchó profundamente, y veo todos los guiños al cómic que hay. ¿Cómo fue que lo trabajaste? Porque dijiste que hubo una primera versión muy flojita…


LO: Sí, porque tenía en la cabeza solo la película con Christopher Reeves. La primera. Después me di cuenta de que tenía que buscar otras cosas. Vi películas, pero también fui a buscar libros. Fui a buscar a todos los que escribieron sobre Superman. Ahí ya tenía unos libros publicados, y me pasó que uno de mis lectores, era dueño de una de las sucursales del club del cómic. Entonces me asesoró. El padrino de mi hijo también es fanático de las historietas y también. Me tiraron un  montón de cosas, y me volví un lector de historietas. Ahora consumo, pero no sólo el tema de los superhéroes. Cosas europeas que están bárbaras. Y es muy lindo el momento actual de la historieta argentina. Pero me parecía que estaba bueno ser respetuoso y no dejar a nadie fuera de la fiesta. Antes de venir para acá fuimos a tomar algo y hablábamos de Convertini, y de la presencia del fútbol en su literatura. Los que sabemos de fútbol la disfrutamos un montón. Y el que no sabe, puede avanzar. Entonces, para mí, en Kryptonita era importante no dejar a nadie afuera. Que el que sabía de historieta cazara todos esos guiños, y el que no, avanzara. Y estuvo bueno, porque a partir de ahí es que me invitan a convenciones de historieta, y está buena la interacción con otro tipo de público, otro tipo de lector. Cariñosamente, con los ñoños, porque son re talibanes y te enganchan con esas cosas.


AA: Mencionaste a Alan Moore, está el caso de Neil Gaiman, grandes autores. Muchos de ellos  hicieron grandes novelas.


LO: Fue descubrir a esos colegas. Neil Gaiman es un escritor increíble. Tiene unos relatos buenísimos. La que tiene que ahora hicieron la serie, “American Gods”, me parece bueno ir para ese lado.


AA: ¿Irías a ese universo?


LO: Yo había dicho que no, y cuando vino la serie, plata mediante, dije que sí. (Risas). La posta, es que en este momento de libertad, me interesa explorar cosas en otro lado. Me parece que se pierde un efecto sorpresa, no solo de parte mía, sino que ya el hambre que tengo por la historieta, sigue en la lectura. La escritura tendría que tratar de hacer un guion de historieta, y ahora no es el momento. Me lo han propuestos varios dibujantes, nos juntamos y estuvo buenísimo juntarnos, pero no manejo ese lenguaje.


Álvar Torales: Más que pregunta quería hacer una acotación. Vuelvo a tu relato sobre la experiencia interesantísima que hiciste en las unidades penitenciarias. En el Programa Bibliotecas para Armar, tuvimos una experiencia de ese tipo, hace varios años. Se  formaron bibliotecas, se realizaron actividades, se desarrollaron ciclos y lo que recuerdo, entre otras cosas, son los libros más pedidos, ¿saben cuál era el género que más nos solicitaban? Novelas de amor. Para escribirles a las novias. Gente joven… y algunos no tan jóvenes.  ¿Te merece alguna reflexión?


LO: Son los lectores y las lectoras con menos prejuicios. Es como decía antes pero para otra cosa. La literatura de género está considerada como literatura menor No puede ser que a mí me hayan contado historias diferentes personas de diferente generaciones, de historias de Stephen King, pero van a Puán con el libro forrado para que después no los reten porque están leyendo a Stephen King. No puede ser eso. Después, a la hora de sentarse, cada uno sabe si es Harold Bloom. Pero lo más lindo de la lectura es lo que tiene que ver con la elección. Entonces, si alguien quiere leer a Stephen King, ¿por qué voy a desautorizarlo? Lo mismo con los géneros. Acá hay una cantidad de escritores y escritoras con una potencia narrativa, en lo que tiene que ver con el género romántico, que está buenísima. No tiene por qué ser tabú lo romántico. Está bueno el eco, la vivencia, el rapport que tiene para cada uno experimentar esa lectura.



Asistente: ¿Existió en el barrio algún tipo parecido al Superman que se anima a volar?


LO: No. Estamos dos tipos de escritores: los que tienen una imaginación desbordante, y los que apelamos al prontuario, los que contamos lo que nos pasó en clave de auto ficción, o vas contando historias de amigos, o de otra gente. Si vas por ese lado, sí hay muchas cosas de uno. Después, lo otro, es lo que les deparó la historia a ellos.  Soy muy agradecido con esto, por eso lo de acompañarlo y darlo, porque sé que es un privilegio. Sea poco o mucho, en realidad es una moneda enorme. No sé cuándo se va a volver a repetir. También, viéndolo a Laiseca, sus cosas más oscuras, sus amarguras, lo que espero poder lograr, y que lo he visto en colegas más grandes, es no amargarme. No andar añorando cuando pase, seguir teniendo ganas de leer y seguir teniendo la fuerza para escribir. Porque en la escritura hay una entrega física que parece una tontería, pero desde el vamos, el tema de estar horas y horas ahí sentado, ahí va…  Infidencia: Yo tengo un gato que es un genio, que se llama Peckinpah, que me acompaña hace rato, y yo no sabía algo que más tarde me explicó la veterinaria, y es que los gatos juegan como vos les jugaste las primeras cinco semanas de vida. Yo lo revoleaba, lo hacía pelear… Y ahora que el gato tiene siete años y pesa doce kilos, son unos combates tremendos en los que el gato busca descargar. Yo suelo estar escribiendo, y el gato viene a joder y le digo que salga. Se va corriendo, vuelve, le vuelvo a decir que se vaya,  Y la otra vez me quedé así, duro. Justo había pegado viaje a Posadas,  mi nene que  vive en la costa, justo había unos días que podía viajar, y el gato se acercaba hasta los dedos porque veía que podía joder, no podía moverme. Y de a poco empecé a llamar a mi mujer, despacio primero, después más fuerte… Hasta que bueno, fui al médico, al masajista después, y me dijo que tenía que hacer algo que no había hecho hasta ese momento, que es deporte. Me dijo que me iba a resultar difícil volver a sentarme para escribir. Y ahora que retomé y todo, siento la molestia. Pero bueno, tengo cuarenta y cuatro, nunca le di bola a eso… Para mí el deporte era un partido de fútbol en la tele, cerveza con los amigos… “A ver… elonguemos” (Risas). Me voy por las ramas, perdón. Escritor full time.


Asistente: No te hagas problema por eso que decís de la amargura, porque nosotros nos estamos divirtiendo.


LO: Lo que pasa es que lo he visto. Lamentablemente lo he visto en el maestro esto también. A veces, por más que tiene cariño alrededor, cuando uno se ensimisma, ve solo lo negro y apunta solo ahí. Es eso. Tratar de no salir para ese lado.


AA: El maestro peleaba con sus propios monstruos, era una batalla que tenía. Yo tuve la oportunidad de conocerlo y de hacer un viaje grande con él, por la fundación Ciudad de Arena,


LO: Ah, fuiste al sur…


AA: Estuve en el sur, además como colega, y venía con una pregunta. ¿Cómo te llevás, ahora que el maestro no está, con los otros discípulos del maestro? ¿Cuál es tu relación con ellos?


LO: Seguimos  todos en contacto, nos vemos mucho.


Asistente: ¿En algún momento compartían material?


LO: El tema fue así: más o menos a los tres años de haber empezado el taller, nos dimos cuenta de que había un grupito de los diferentes talleres de Laiseca, que nos teníamos que juntar. Y una vez al mes, en la casa de Juan Guinot, hacíamos las que llamábamos “Veladas Gallardas”, porque en ese momento vivía en la calle Ángel Gallardo. Cada uno llevaba algo para picar, bebida, y nos leíamos toda la noche. Ahí estaba Juan Guinot, mi mujer, Alejandra Zina, Selva Almada, Sebastián Pandolfelli, Gabriela Cabezón Cámara, Leandro Ávalos Blacha, todos de diferentes talleres de Lai. Incluso el mismo Lai nos decía que teníamos que conocer o que leer a tal o cual persona. Ese viaje al sur a Lai le había hecho muy bien. Incluso tiene un texto re lindo que está en la antología de Página 12. Él me contó que de ese viaje volvió enamoradísimo de Lili Bodoc…


AA: Liliana no fue…


LO: Me cagaste la historia… (Risas).


Asistente: Fue Ana María Shúa…


LO: Nos contó de Lili…



Asistente: El Taller se llamaba Viaje al Centro de los Confines, por La Saga de los Confines


LO: Entonces andá a saber de quién se enamoró él y pensó que era Liliana Bodoc. (Risas). El asunto fue que después consiguió un libro de Lili Bodoc acá, y ahí nos dijo que estaba perdidamente enamorado porque la había leído. Pobre Lai… Che, ¿hay alcohol acá? Porque ahora esto… (Risas). Pobre maestro, estaba convencido de que estaba enamorado de Liliana Bodoc…


MM: Se enamoró de otra. Por ahí de Ani Shua.


Asistente: Una pregunta que les hago a todos los escritores… ¿Tenés una rutina para escribir?


LO: Únicamente dos cosas: cuando estoy con una novela me hago una playlist de canciones que escucho mucho antes de ponerme a escribir. Porque yo tengo esa fantasía, de que en tal capítulo suena tal canción. Después uno lo lee y se pregunta a dónde está, pero yo lo escucho. Y además, escribo de noche. De noche tengo una gran concentración, no hay teléfono, no hay Internet, no hay nada, y yo soy noctámbulo. Lo que aprendí, es que por más enganchado que esté, a las seis de la mañana corto todo, porque si no la cabeza te da mucha vuelta y me pasó que se hicieran las nueve y media, diez de la mañana y no poder dormirme. Y ahí se vuelve muy caótico todo lo que uno siente. Esa es mi rutina. Después, como todos. Por ahí me acuesto eufórico pensando que fue una genialidad y cuando me levanto y empiezo a corregir me pregunto qué hice. Así. Y vengo hace rato intentando terminar una novela que se llama Ultratumba, que nació de estos encuentros en unidades penitenciarias. Transcurre en una unidad penitenciaria femenina. Lo que pasa es que con todo el tema de la película y de la serie además de que fue un laburo y de que fueron experiencias únicas, era algo mucho más luminoso, y de una energía que por ahí tiene Kryptonita. Por ahí empieza muy oscura, pero va en esa jornada, desde el amanecer hasta que sale el sol, y se vuelve muy luminosa. Acá, lamentablemente, por lo que está contando, amén de que transcurre en una unidad penitenciaria femenina, es una historia de separación entre dos amantes, entonces tiene una energía y una oscuridad que contrastaban mucho con estos momentos festivos, con esto de salir de noche de joda. Más allá de la humorada, necesitaba más tiempo de introspección, y van saliendo un montón de cosas y de temas. Hoy, por ejemplo, con todo lo que compartimos acá, yo sé que no puedo agarrar Ultratumba, porque estoy contento. Te tenés que cargar de otras cosas para hacerlo.


MM: Es muy bueno el título, muy atractivo. La imagen jugando con la tumba… Antes de venir, Leo me hizo un regalo, del que quiero que hables, porque me parece además una muestra de generosidad para tus alumnos, y yo te hago otro regalo, Entrelíneas, con otras entrevistas de este ciclo, entre ellas, la de Toni Santa Ana, Paula Bombara y otros amigos…


LO: Gracias.


MM: Gracias a vos. Y contanos lo de Nunca corrí, siempre cobré, que tiene que ver con tu parte de maestro también…


LO: Bueno, me pasó que unos chicos que habían ido a mi taller entre el 2009 y el 2011 abrieron una editorial, y querían tener un título que les vendiera, medianamente. Para poder apostar en otros textos y autores que les interesaban. Y más en épocas de recesión, en las que las cosas que más terminan perjudicadas, está la cultura. Y porque yo también abrí el taller como lo abrió en un momento mi  maestro, o muchos otros colegas que decidimos dedicarnos de lleno a la escritura, para tener, aunque sea un ingreso mínimo, pero fijo mensual, y no salir a agarrar otros trabajos que interfirieran con eso. Dedicarnos a la ficción. Entonces, con esta gente, que fueron de los primeros que estuvieron en el taller, yo siempre me sentí en deuda, porque apostaron por mí, que no tenía tanta experiencia, y pasamos unos años muy bonitos. Yo tengo la suerte de que ya hace nueve años que todas mis cosas ya están en editoriales, de que tengo contrato no solo por una obra sino por lo nuevo que haga, pero no así por relatos y cosas que tenía desperdigadas en diarios, revistas, de acá, de España, más antologías. Entonces les cedí mis cuentos autobiográficos, y los completamos con dos textos que estaban inéditos. Uno que escribí para un FILBITA, con la consigna “Dale que jugábamos a”. En teoría, teníamos que hacer una elipsis de los chicos que fuimos al adulto, y a cómo ese chico sobrevivió en uno. Y después, muy a mi pesar, un texto que le escribí a Laiseca, a un mes de la muerte de él. Cuando falleció, de varios suplementos culturales me pidieron que escribiera sobre él, pero yo estaba paralizado por el dolor, por la tristeza, y no pude. Y justo al mes soñé con él, y en el sueño él me hablaba. Pero vieron que en los sueños te hablan y después no te acordás de lo que te dicen. Me levanté, me lloré la vida… me dio mucha bronca no acordarme de qué me decía. Y entonces salió este texto que terminamos poniendo acá. Con los chicos, lo que hicimos fue una primera edición de este libro, que venía ilustrada y con sobre cubierta, y la vendieron en un bar, esperando poder vender todos los ejemplares, para poder, con esa plata, editar dos libros nuevos, y sacar esta edición que es la que ya va a librerías. Por suerte se dio. Y en los dos libros que publicaron hay una feliz coincidencia: que  a un chico que laburó conmigo en 2014 y 2015, y que tenía dos novelas, ellos llegaron a él y le publicaron una. Y después publicaron a un gran autor de novelas infantiles y juveniles, Martín Sancia Kawamichi, que tiene una novela para adultos, Hotaru, que es un policial que ganó un premio del BAN, y se la publicaron, y otra que le publicaron los chicos acá, un novelón que se llama Shunga.



MM: Mirá qué pequeño es el mundo y cómo está todo conectado, hoy leí una crítica de Horacio Convertini, elogiando a Shunga.


LO: Se lo merece. Sancia es un divino, un gran escritor con unas anécdotas hemosas. Pueden leer sobre él en la sección de Clarín  “Mundos íntimos”. Tiene un mundo íntimo hermosísimo.


MM: Apuntado para el segundo ciclo. Bueno, ¿qué nos vas a leer?


LO: Lo de mi maestro está acá, pero no lo voy a leer porque me voy a poner a llorar. Uno de estos dos libros lo voy a dejar en la biblioteca, y el otro podemos sortearlo entre los que vinieron. Leo el del FILBITA. El cuento se llama “Lisa Hayes era del barrio Los Pinos”.


Y Leo Oyola nos regaló su lectura, e incluso sorteó entre los presentes el libro donde se encuentra el cuento, Nunca corrí siempre cobré, de la joven editorial Evaristo. Pero, tal como generosamente nos pidió después, no lo publicamos acá porque casi todos los cuentos que están en el libro se pueden hallar en Internet, menos este y “Diré simplemente…”, una emotiva despedida a su maestro Laiseca. Leo opina, y nosotros respaldamos su opinión, que sería buenísimo para la editorial que los lectores interesados busquen estos cuentos en el libro de papel, que los está esperando en librerías.


Luego de la lectura, premiada con un fuerte aplauso, nos despedimos convencidos de que habíamos tenido una hermosa charla.


MM: Muchas gracias Leo, ha sido un gran placer tenerte acá.


LO: Gracias a vos. Gracias a todos por venir, por escuchar.



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