50 años de la muerte de Carson McCullers

Hoy, 29 de septiembre se cumplen 50 años de la muerte de Carson McCullers y la recordamos reseñando su obra más célebre, El corazón es un cazador solitario.




Por María Pía Chiesino



El corazón es un cazador solitario nos presenta a los lectores una historia atravesada por situaciones asimétricas y paradójicas. 

Al comienzo nos encontramos con el personaje de John Singer, un mudo que comparte su vida con otro hombre, mudo como él: el griego Antonapoulos. Todo indica que éste no está bien de la cabeza, y enseguida, nos enteramos de que su familia ha decidido internarlo en un asilo para enfermos mentales. 

A partir de esta separación, Singer se muda, y a su alrededor pasa a organizarse una especie de peregrinación de cuatro personajes que, paradójicamente, eligen a un sordomudo para desahogar sus penas o exponerle sus inquietudes. 

Gracias a esta asimetría, dudamos de las verdaderas intenciones de esos cuatro interlocutores, a quienes Singer apenas comprende cuando les lee los labios. 

Por lo menos en tres casos, ningunos de los que se acercan a charlar con el mudo quiere discutir sus puntos de vista con otra persona. Alrededor de Singer se  crea una suerte de “leyenda”, que parte del absoluto desconocimiento acerca de su vida. Es una especie de “ídolo” para estos tres hombres que han encontrado en él al “interlocutor perfecto”. Nada de lo que le digan va a ser sometido a cuestionamiento y discusión. Ni Copeland, ni Blount, ni Biff son personajes que estén intentando revisar su manera de ver la vida.

El cuarto personaje que gira como un satélite alrededor de John Singer es Mick Kelly, una chica de catorce años. Mick está plantada de otra manera frente al mudo, por varias razones: por su edad, por su género, y porque está fascinada con él. 

Aunque parte de su vida, igual que la del resto, consista a ir al cuarto de Singer a charlar con él, Mick tiene a su favor el tiempo. Es un personaje que está creciendo. Sabemos que ama la música, que tiene un “cuarto exterior”, que es la parte de su vida que todos conocen, y un “cuarto interior” en el que guarda sus deseos y pulsiones más profundos e importantes.

“Hay cosas que uno quiere mantener en privado, no porque sean malas, sino porque uno quiere conservar el secreto”, dice Mick a poco de comenzar la novela.

Mick, en cambio, vive sus visitas a Singer de otra manera. A veces no tiene nada para decirle, y se conforma escuchando música que pasan en la radio, mientras el mudo la observa con atención. Igual que ella, él tiene su propio “cuarto interior”: un secreto que solo los lectores conocemos.

De pronto, cuando alguno de sus cuatro “satélites” va a visitarlo, advierte que Singer se ha marchado de viaje. Pero siempre regresa. 

El silencio de Singer es lo que les permite a los demás la construcción de esa idolatría alrededor de su figura, sostenida por la certeza que se trata de un hombre que está por encima de todo y de todos. 

No es así. A John Singer le suceden cosas más o menos felices o dramáticas, como a todo el mundo. Y llegado el caso, puede ignorar las expectativas que los otros depositan el él, y tomar la decisión de apartarse de todos de manera drástica.

La vida tiene que continuar sin la presencia cotidiana del mudo, y eso lo saben los cuatro personajes. Incluso Mick, que pasado un tiempo, cuando se observa a sí misma, no puede creer su propio crecimiento. Lástima para ella, que además de esto, sabemos que “ya no había música en su mente”. Eso es una verdadera pena.






El corazón es un cazador solitario
Carson McCullers 
Seix Barral
Año 2001


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