Félix Bruzzone: “En todo o casi todo lo que yo escribo está la situación del personaje buscando a sus padres”

En esta segunda parte de la entrevista que le realizara Mario Méndez, Félix Bruzzone opinó  acerca de cómo se ha tratado el tema de la dictadura, la represión y los desaparecidos en la literatura en general y en la infantil y juvenil en particular, habló de los condicionamientos y las negociaciones en las editoriales y, entre otras cosas, nos contó de la búsqueda realizada en su incursión en el libro álbum. Tras la partida de Félix, los asistentes del ciclo intercambiaron las opiniones que  les produjo la lectura del autor.



Mario Méndez: De la literatura que se ha escrito acerca de la dictadura, la represión, los desaparecidos: ¿hay algo que te guste especialmente, con lo que te hayas sentido identificado, o conmovido, o no?

Félix Bruzzone: Cuando escribía 76 tenía algunas referencias que no eran especialmente de la literatura argentina, y otras que sí. Por ejemplo, hay un cuento de Martín Rejtman que es mi ídolo literario, que se llama “Algunas cosas importantes para mi generación”, que está en Rapado, su primer libro, donde aparecen unos personajes que van por la ciudad un poco errantes, como la mayoría de sus personajes, pero de fondo aparece uno de los levantamientos carapintadas. En ese tratamiento de lo histórico en ese cuento, para mí había como una clave, Ahí es lo más evidente que veo en Rejtman, en general, en sus cuentos me parece que de fondo está eso de qué pasó después de la dictadura. Porque si bien los cuentos de Rejtman se publican en los noventa, son de su propia experiencia juvenil que es en los ochenta. Todo ese desencanto, toda esa errancia, todo ese no saber qué hacer con esas cosas, y la ausencia de esos temas graves de nuestra historia, me parecía que había un tratamiento posible y muy interesante. También estaba La novela del terrorista, de Daniel Guebel que me parecía que a su manera trabajaba de algún modo sobre las consecuencias de la dictadura, sin nombrarla o nombrándola ficcionalmente, de manera muy alejada… La novela de Bolaño que se llama Estrella distante…  Todas novelas en las que se veían las consecuencias de, más que la dictadura en sí. En Estrella distante hay un personaje que persigue y no se sabe hacia el final si no captura y mata a un ex represor. Él no fue víctima directa, sino que persigue a este personaje que tiene una serie de conductas bastante increíbles, y una errancia bastante rara a través del mundo occidental. Ahí me parecía que había una posibilidad de narrar todo eso desde el “después”. Había visto “Los rubios”, que ya no es literatura, sin entenderla demasiado, la entendí mucho después de haber escrito 76.  Yo creo que había material. Por eso no me parecía tan distinto ni sorprendente lo que yo mismo estaba haciendo, porque en un punto, lo que yo hacía no era más que narrar mi experiencia, desde mi punto de vista. Lo que empecé a entender después, fue que no era solo eso, sino que era narrar cierta experiencia que no estaba del todo contada, que es la de la mayoría de la comunidad, que es la de saber que eso estaba ahí y no haber hecho demasiado. En el caso de 76 eran dos hijos que tenían sus papás desaparecidos pero no buscaban tanto, no iban a fondo. Se desentendían del problema, pero a la vez el problema estaba ahí y estaban a dos aguas todo el tiempo. Y es un poco lo que nos pasa a todos en general, que estamos, sabemos, escuchamos hablar, pero el compromiso es tenue o hay una negación. Lo cual es razonable, porque son hechos demasiado traumáticos, pero no estaba narrado así, me parece que ahí estaba la novedad.

MM: Para volver un poco a la literatura infantil y juvenil, ¿has leído algo de la manera en que la LIJ argentina se acercó a estos temas? ¿Algunas de las novelas, o libros de cuentos de autores de LIJ?

FB: Leí El mar y la serpiente, de Paula Bombara…

MM: ¿Piedra, papel o tijera, de Garland?

FB: No. La verdad es que no. No me acerqué a eso. Siempre tuve la sensación de que si uno piensa estos tema “dirigidos a”, de alguna forma, cagó. (Risas). Si  yo tengo que contarle la dictadura, o las consecuencias de la dictadura, a un nene de doce, ocho, siete años es complicado. Porque hay como una gran tendencia a bajar la línea. A decirles que tengan claro que “esto está muy mal, esto está más o menos, y esto está bien”. Ahí es donde creo que la literatura pierde. No digo que no sea necesario que eso suceda, pero en mi concepción de la literatura hay una pérdida que es irremontable. El libro de Paula, me parece que tiene esa cuestión claramente. Más allá de que es bueno, es un libro que está muy bien… Yo no escribiría directamente un libro sobre la dictadura, para niños, pensando en niños o algo semejante.

MM: O jóvenes, adolescentes…

FB: No. Yo no lo haría directamente. Por lo menos ahora, no entiendo cómo sería posible un libro así. No lo veo.

MM: Está bien. Es polémico…

FB: Creo que se podría tocar tangencialmente alguna cuestión, pero no más. La literatura como bajada de línea, como enseñanza, como respuesta a determinado problema, no.

Álvar Torales: ¿En la literatura para adultos no se baja línea?

FB: También. Ahora me tocó escribir un cuento para adolescentes. Para jóvenes de dieciséis años. Lo entregué, y me hacen una devolución que es correcta, me piden que saque tal y cual cosa… pero son justamente las cosas que lo “extrañaban” un poco. Aparecía una relación entre un chico de quince que estaba a punto de cumplir dieciséis, y quería aprender  a manejar con una nena de doce. Y había como una tensión sexual entre ellos y demás. Yo entiendo que la pedofilia está mal, eso es algo que todos podemos entender. Pero en la literatura no hay nada que esté mal. Creo que eso es algo que tenemos que agradecerle a la literatura. Evidentemente, eso no va a estar en el cuento. O en todo caso no se va a decir que tiene doce, se va a decir que es más chica.

MM: Ese es todo un título, Félix… En la literatura no hay nada que esté mal. El miércoles pasado, cuando charlábamos con el grupo de gente sobre tu obra, hablábamos de cierta incorrección política, incluso en Julián en el espejo. O en El caballo de piedra. Es interesante. Quizás Pípala lo publica porque tiene esta mirada que permite más extrañamientos, y que en otra editorial no pasarían. Por ejemplo, cuando la madre dice que si Julián no aparece pronto, cuando aparezca le va a sacar las tripas, en otra editorial quizá te habrían dicho que esa frase no va porque es demasiado agresiva, demasiado fuerte, aunque sea una frase que se dice normalmente. Y en la LIJ estamos peleando siempre con lo que está mal y lo que está bien y si la literatura lo acepta o no lo acepta. Son condicionantes.

FB: Y bueno, hay otra literatura llamada infantil que avala este tipo de cuestiones. Una crueldad extrema…

MM: Sí. Hansel y Gretel, lo que quieras…

FB: Entonces es un poco incomprensible que ahora, en el siglo XXI, suceda esto. Claro… hay una serie de discursos que apuntan a que los niños no deben estar expuestos a este tipo de cosas que tienen que ver con conductas o formas de ver el mundo que son bastante negativas. Que una madre que piensa que al hijo puede sacarle las tripas es un horror, y que hay que tratar entonces de que los niños no tengan exposición a esto.

MM: Y vos, como escritor, ¿cómo reaccionás ante la indicación del editor que te pide que saques una parte?

FB: Y… hay que poner en la balanza. Hay que ver. Si el cuento de todos modos sigue teniendo la extrañeza que a mí me apetece, saquemos que tiene doce y pongamos que es más chica, por ejemplo. Igual, si sabemos que él tiene quince, ¿cuánto más chica puede ser?

MM: Catorce y medio. (Risas).

FB: No dejan de ser eufemismos. Me da la impresión de que si lo lee un chico de quince, puede pensar aun en menos de doce años. Lo que lo vuelve más extraño aun, entonces en ese sentido yo lo negocio. Había otras observaciones puntuales en ese cuento. Este lo había mandado para una antología. Yo había mandado uno que ya tenía escrito, que está en 76, que es de dos chicos de nueve, diez años que compran por primera vez una revista porno. Está toda la peripecia para ir a comprarla… Y lo primero que me dijo la persona que me había convocado a participar de la antología, que no es la que decide, sino la que simplemente selecciona a los autores, fue que estaba buenísimo, pero que el solo hecho de que apareciera la palabra “teta”, (y además aparecen partes de cuerpos, como descuartizados, porque la revista se daña porque se moja, entonces queda una teta, un culo…).

MM: Es un rompecabezas.

FB: Sí. Además el narrador del cuento asume que ahí hay una posible imagen de su madre que está desaparecida, y se arma una cuestión sobre lo que está pensando el personaje acerca de esas mujeres desnudas en esas revistas. No solo las mujeres desnudas para el porno, sino que es su propia madre. En todo ese complejo de imágenes, la palabra “teta” no funcionaba, y me dijeron directamente que no, sin siquiera habérselo dado a la editora. Me vino bien, porque en definitiva escribí otro, que también me gusta y ya está. La verdad es que mi acercamiento a la LIJ, no tiene tanto que ver con ese tipo de literatura. En un momento, descubrí que contarles cuentos a mis hijos era una experiencia literaria para mí y para ellos. Para toda la familia. Perder esa experiencia me parecía una lástima. ¿Cómo hacer para que no se pierda? Escribamos un libro. ¿Era posible para mí, que soy un autor para adultos, escribir un libro para niños? Yo vi claramente que no. No podía, entre otras cosas por esto que te estoy diciendo. Entonces, ¿qué hacía? Recurrí a un formato que no conocía que es el del libro álbum. Entendí que todo lo que uno expresa oralmente en el momento de contar un cuento, podía ser sustituido de algún modo en la ilustración. Lo que me parecía cuando me sentaba a escribir cuentos para niños, era que faltaba un montón. Toda la interacción que hay con ellos cuando los cuento oralmente, no está, en la escritura se pierde inmediatamente. Me parecía que de algún modo la ilustración podía sustituir esa experiencia, venía a completar eso. Por eso probé con el libro álbum. En realidad, lo que me interesa, más que la LIJ, es ese objeto, que repone una experiencia literaria, más que componer una literatura.



MM: Ese es un tema del que también hablamos con la gente el miércoles pasado. Es curioso lo que mencionás, y te voy a hacer una pregunta que nos quedó pendiente. En los dos Julianes… que vos denominás libro álbum (también se lo llama libro ilustrado, hay toda una discusión sobre eso), hay dos ilustradores diferentes. ¿Vos sentís que se repuso esa interacción con el lector, que se daba en tu casa con los chicos?

FB: Creo que no se repuso, pero que sí se generó un espacio donde la lectura del cuento deja de ser solo eso, y puede ser algo más. Por el hecho de que está también la ilustración. Eso habilita que cuando uno lo lee necesita completar algunas cosas, y eso lo hace la ilustración, y uno en la propia narración del cuento. Correrse un poco del lugar del texto como algo fijo.

MM: El dibujo lo moviliza, lo abriría…

FB: Sí, de hecho en Julián en el espejo, hay toda una zona, que cuando nos sentamos a discutir qué pasaba, cuando Julián estaba adentro del espejo, y tiene sus aventuras. La editora me preguntaba qué pasa cuando Julián se mete en el espejo, y yo le dije al ilustrador que se lo imaginara y lo hiciera él.  Yo ni siquiera quise escribirlo. Quedó en manos de él, armar eso…

MM: Esa cosa como onírica…

FB: Un poco lo que pasa en ese libro tan famoso… Donde viven los monstruos. Hay toda una parte que es la fiesta monstruo, donde no hay narración. O hay narración pero está ilustrada. Uno se la imagina.

MM: La otra pregunta que teníamos es cómo viviste esto de dos ilustradores tan disímiles para un mismo personaje, que es una cosa no habitual.

FB: Eso fue más decisión de Clara Hufman, que es la editora. Cómo yo no conozco el paño, no sabía a qué ilustrador llamar, ni mucho menos. Ella me dijo que hiciéramos que cada Julián tuviera un ilustrador distinto. Como algo distintivo de la colección. Y arrancamos con estos dos.

MM: ¿Y pudiste trabajar con ellos? Contabas que a Pablo Berra le dijiste que se lo imaginara. ¿Con Germán Wendel hubo trabajo en conjunto?

FB: Con Germán nos juntamos y trabajamos dos o tres veces. Con Pablo existió esa libertad sobre lo que pasaba con Julián adentro del espejo. Como Germán viene de la pintura es más literal en sus ilustraciones. El texto dice que sale un conejo del espejo, y en la ilustración sale un conejo del espejo. Entonces tratamos de ver en qué momentos la cosa no era tan literal. Clara y yo le insistíamos para fijarnos en las cosas que contaban algo más que lo que cuenta el texto. Lo que creo que en un momento logró claramente, cuando Julián empieza a cabalgar en su caballo y le pide ir a buscar al papá… Lo cuento por si alguien no lo leyó. Es el cumpleaños de Julián, los papás se fueron a trabajar, nieva mucho afuera. Él tiene un perro, y sabe que nadie va a ir a hacerle ningún festejo ni nada, (el perro le regala una sandía y se va), y entonces él decide agarrar el espejo y pedirle que le regale cosas. Y todas las cosas que pide, se van. Entonces decide pensar algo que se quede quieta y pide un caballo de piedra, una estatua. Y cuando aparece y él se sube, el caballo cobra vida y sale por la ventana. Y entonces él le pide ir a ver al papá, Y como el caballo no entiende bien, empieza a hacer otras cosas que no son precisamente ir a buscar al papá. En un momento, piensa que Julián le está pidiendo una papa, entonces busca en la nieve y saca una papa. Entonces, Germán dibujó esto: a Julián sacando una papa. Cuando vi ese cuadro, dije que ya estaba, que había entendido todo, porque lo que en realidad quiere es que sus papás estén con él. Y está frente a una papa… Toda esa peripecia en la que el caballo no entiende muy bien lo que tiene que hacer, y hace cosas distintas de las que Julián le pide, es larga. Hay un solo momento en el que le pide la papa. No es lo central. Sin embargo, Germán agarró ese momento y lo eligió para la ilustración. Me parece que en ese momento se logró algo, un reforzamiento del texto, que no estaba en texto mismo, y que para mí, aunque no lo hice, es lo que hubiera querido hacer. Interpretó perfectamente mi cuento. Eso, como experiencia, me dejó bastante turulato como escritor, cómo alguien viene realmente a completar lo que vos hacés. 

MM: Transmite la soledad este dibujo, ¿no?

FB: En todo o casi todo lo que yo escribo está esa situación. El personaje buscando a sus padres.  Sea o no con el tema de la dictadura. Una relación difícil con los padres, siempre hay algo ahí con la cuestión de los padres. Dónde están… qué pasa, etc. y con esta ilustración, ya está. Me retiro. Me retiro de la literatura. Ya lo hizo Germán Wendel por mí. (Risas).

MM: No, no te retires que te queremos seguir leyendo. Que Germán dibuje, pero vos seguí. Nos queda poco tiempo, daría para mucho más. El tema de tu trabajo de piletero que es tan particular y a todo el mundo le llama la atención. Que dio tanto jugo: Barrefondo, y ahora las crónicas que salían en diarios, en tu Facebook, y mucha gente las seguía. Barrefondo… una curiosidad que teníamos en la charla del miércoles… toda esa jerga extrañísima, es “mandioca” o “mandarina”… ¿tiene algún asidero real, o es algo tuyo?

FB: Las dos cosas. Algunas cosas son así, y otras no. Cuando me propuse construir la lengua de ese personaje, dije que eso iba a ser un punto fuerte de la novela. Un poco nace ahí la novela, con esa lengua, más que con la anécdota, más que con el espacio o con la profesión o su historia personal. Nace más que nada en esa lengua. A esa lengua le inventé una historia, porque él la hereda de Yuyo, que es un ex compañero de trabajo que murió. Otra vez el tema de los padres, o de la herencia… ¿qué cosas hereda uno de los demás?  Lo que este personaje hereda, y gracias a eso narra toda la novela, es esa lengua. Me parecía que ahí había algo que parecía funcionar. Y también esa concepción de la lengua, que no es estrictamente lo que usamos todos, sino que cada uno, de alguna forma inventa su propia lengua. Y me parece muy necesario que así sea, que uno no tenga que andar recurriendo a las palabras de los otros, mucho menos a las de sus padres, para poder hablar y decir lo que a uno le parece. Esas ideas son las que están detrás de la construcción de esa lengua, de ese personaje. Obviamente no están explicitadas en la novela, o si lo están, lo están tangencialmente, pero lo que había un poco en el fondo, era eso. No era tanto un juego como el que uno puede ver en Cortázar o en otros autores que también inventan lenguas para sus personajes, sino una idea más relacionada con esto, con qué es lo que se hereda, qué es lo que uno construye, qué es lo que uno es, a partir de cómo habla.


MM: Está bueno. Eso es otro título que nos has dado. Otra cosa, viste que el policial cada vez tiene límites más lábiles, ¿no? ¿Tiene un costado policial fuerte Barrefondo?

FB: En su origen sí, la idea era que fuera un policial más de pulso. Pero me ganó un poco mi propia lengua literaria, que impide todo tipo de acercamiento a algo consolidado, y terminó abriéndose mucho más. Ganó mucho un personaje que yo ni me lo esperaba, Andrés, que es un cliente de Tavo. El que escribe poemas y a la vez también tiene su propia lengua. Muy banalizada, supuestamente. Él es poeta, publica sus propios libros de poesía, hay una referencia a ese mundillo también. Hasta cierto punto es un policial. Cuando hablaba con Leo Oyola, que tiene Sopapo y Bolonqui, me decía que lo que había hecho estaba buenísimo.

MM: Leo estuvo acá, en este Ciclo.

FB: Leo es un referente del policial negro, clarísimo.

MM: Y con límites extraños.

FB: Sí, totalmente. La verdad es que me sentí muy bien cuando pasó eso, porque cuando encaro un género tan consolidado tengo muchas dudas, Incluso cuando hice los libros de Julián, que son literatura para niños, sentí una gran inseguridad con esas cosas. Igual las hago. Hay que hacerlas.

MM: Hay que hacerlas, sí. Un poco la respuesta ya estaría, pero en las tres novelas, Los topos, Las chanchas y Barrefondo, la decisión del final es dejar una cosa totalmente abierta.

FB: Sí. No sé si fue una decisión, o si fue un poco… “Decidan por mí”, para los lectores… “dónde cierra esto”…

MM: Un corte un poco a lo Arlt. Hasta acá llegamos.

FB: Un poco sí.  No sé… Yo sé que si hoy me siento a ver cada texto mío, hago otra cosa bastante diferente. Ahora que doy talleres, y que tengo una noción más clara de cómo son las estructuras narrativas, no sé si haría esto mismo, con estos temas, y teniendo ya tan asimilados estos personajes, estas tramas. El problema es que lo que me pasa a mí, es que necesito organizar un poco esa trama, pero en el momento. Hay escaso tiempo para concretarla. Sea porque me lo pide la editora, sea porque yo me lo impongo, porque me aburrí y quiero empezar con otra cosa, hay un momento en el que pienso: terminó acá. Listo, ya, se publicó y chau. En un punto entiendo que hoy, trabajando de nuevo con esos personajes, y esas tramas, si me sentara probablemente haría otra cosa. Pero evidentemente, no es lo que me salió con estos textos. No sé en adelante qué pasará. MI editora me dice, que tendría que escribir una novela “de premio”. Consistente. Que cierre. Quizá algún día pase, sí.

MM: O sea que tampoco te atás a la inconsistencia.

FB: No, para nada.

MM: Sos inconsistente con la inconsistencia. (Risas).

FB: Está muy bien eso.

MM: Yo seguiría, pero son las siete y cinco, sé que te tenés que ir… No se vayan, que les leo, algo. Despedimos a Félix con un gran aplauso. Realmente la pasamos muy bien.
(Aplausos).

FB: Muchas gracias. Realmente, me gustaría quedarme pero tengo cosas que hacer. Mándenme algo, preguntas por mail si quieren, o en mi Facebook…

MM: Gracias de vuelta, y hasta pronto. Bueno, yo tengo ganas de leerles. Espero que ustedes tengan ganas de escucharme. Les voy a leer Julián y el caballo de piedra, que dio tanto para charlar. Estoy mostrando las ilustraciones. Después, Natacha, que es ilustradora, si quiere, nos dirá algo.

Julián y el caballo de piedra.

Era el día del cumpleaños de Julián. Afuera nevaba, y todos los caminos estaban cortados. Su
papá se había ido a trabajar a la fábrica de botellas de plástico. Su mamá se había ido a
trabajar a la fábrica de tapitas para botellas de plástico.
Su perro le había regalado una sandía, y se había ido a dormir al ropero. ”Tengo frío”, había
dicho.
Como nadie iba a ir a su casa a visitarlo ni a regalarle nada, buscó su espejo y decidió que iba a
hacer magia.
“Abracadabra. Que de este espejo tan viejo, salga un conejo”, dijo
Ya preparaba otro pase mágico, cuando el espejo se iluminó como un relámpago. Y salió un
conejo.
El conejo dio unos saltos en el lugar, abrió la ventana, y se fue.
“Una ilusión”, pensó Julián mientras cerraba la ventana para que no lo tapara la nieve.
Probó otra vez.
“Abracadabra, abracadabra, que ahora del espejo salga una cabra”, dijo.
Salió entonces del espejo una cabra, que también abrió la ventana, saltó, y se fue.
“Otra ilusión”, pensó Julián. Aunque lo raro era que la ventana se había abierto de nuevo.
Entonces la trabó mejor, y volvió con sus palabras mágicas.
“Abracadabra. Que se éste espejo gigante, salga un elefante”, dijo. Un elefante salió del
espejo. Intentó abrir la ventana, pero no pudo. Pidió permiso, metió un poco la panza, abrió la
puerta, y también se fue.
Julián seguía sin creer en lo que veía. No podían estar saliendo animales del espejo. Tampoco
tenía mucho sentido que los animales se metieran así como así en medio de una tormenta de
nieve.
Probó un último truco. Esta vez nadie se iba a escapar.
“Abracadabra. Que de este espejo de agua, salga una estatua”, dijo. La estatua apareció. Era
un caballo blanco que se quedó quieto en medio del cuarto.
Julián se acercó y lo tocó. Era de piedra dura. Un liviano escalofrío le recorrió la espalda y los
brazos. Nunca había querido un regalo tan verdadero. Y se lo había hecho.
¿Quién se lo había hecho? No quiso investigar. Después de regalarle el caballo el espejo había
perdido brillo, y parecía una pared de ceniza. Hablar con él y seguir pidiéndole cosas iba a ser
como hablar con una bolsa de cemento o una montaña de cascotes.
Julián se subió al caballo. Era su cumpleaños, y ahora quería tener una aventura de jinete
valiente. Su deseo era tan grande que una vez que estuvo bien afirmado, el caballo cobró vida,
se paró en dos patas, y salió por la ventana.
La nieve ya no caía. El caballo cabalgaba a toda velocidad. El cielo se había abierto y la luz
bajaba al ritmo de los cascos del caballo contra el hielo. Parecía que en cualquier momento
saldrían plantas y flores de la nieve. Pero así como el cielo se había abierto, se volvió a cerrar, y
la tormenta recrudeció.
El caballo corría rapidísimo. Y Julián le pidió si podía llevarlo a la fábrica de botellas de plástico
donde trabajaba su papá. El caballo, un poco sordo por el viento blanco, entendió que Julián
quería una botella de plástico. Y entonces se paró en seco, escarbó en la nieve, sacó una
botella, se la dio a Julián, y siguió su carrera como un rayo.
Julián entonces se acercó más a la oreja del caballo, y le dijo que no quería una botella, sino ir a
la fábrica que las hacía.
El caballo, que ahora entendió que tenía que fabricar una botella, volvió a parar. Fabricó una
botella de nieve, se la dio a Julián, y siguió su carrera.
Julián insistió.
“¡Vamos a ver a mi papá!, le gritó.
El caballo paró, sacó del suelo una papa, se la dio a Julián y siguió.
“¡Una papa, no! ¡Adonde mi papá trabaja!”
El caballo paró, sacó del suelo una navaja, se la dio a Julián y siguió.
Enfurecido, Julián gritó: “¡No quiero una navaja, una na-va- ja! ¡Quiero ir adonde mi papá tra-
ba-ja. Tra-ba- ja. Tra-ba- ja!”
Esto despistó al caballo. Nunca le habían separado una palabra en sílabas.
Pero entendió que Julián quería algo más interesante que una botella, una papa o una navaja.
Y que se quería divertir. Entonces sacó del suelo una máscara de payaso sonriente, que de solo
mirarla ya daban ganas de reírse. Se la puso a Julián en la cara, y siguió.
Se ve que era un caballo muy fuerte, porque después de tanto correr bajo la nieve, podía seguir
corriendo y corriendo. Y ahora, además, se reía: “¡Ja, ja, ja, ja!” rebotaban sus carcajadas en
las colinas blancas.
Por fin, casi sin querer, llegaron a la fábrica de botellas de plástico. La tormenta acababa de
terminar, y el papá de Julián ya salía de su trabajo como todos los días. No se sorprendió de ver
a su hijo montado al caballo blanco, y le pidió si podía hacerle lugar para no tener que volver
caminando a la casa. También pasaron a buscar a la mamá.
El sol caía en el horizonte del bosque y se rompía entre los troncos de los árboles. El caballo
ahora iba despacio, y conversaba animadamente con los papás de Julián. Al llegar, lo invitaron
a pasar un rato.
Antes de entrar, el caballo hurgó otra vez en la nieve y sacó del suelo una vela. La prendió con
un chispazo que sacó de la boca, y se sentaron todos a la mesa.
El perro se había despertado, y como no había torta para la vela, la plantó sobre la sandía que
le había regalado a Julián.
Los papás, el caballo, el perro, la navaja, la papa, la botella de plástico y la botella de nieve,
cantaron el Feliz Cumpleaños.
Julián estaba feliz. El caballo cantaba con la máscara de payaso puesta y se moría de risa.

MM: Y ahí termina.

Gabriela Williams: Fabuloso.

MM: ¿Te pareció fabuloso? ¿Por qué?

Gabriela Williams: Porque me parece que por la construcción de este y de los pocos cuentos que pude leer de él, esa es su búsqueda interna. La riqueza de él está ahí, en esos personajes que construye, en esas cosas que se le van, en lo que le queda, en lo que le espera… Ah… ¡me encantó el cuento!

MM: Tiene una búsqueda muy consciente en su literatura.

Gabriela Williams: Además, no le aparece lo que él busca. Y le aparecen otras cosas que él transforma en interesantes. Termina siendo interesante aquello que encuentra, que lo sorprende, que no es lo que esperaba. Por lo que escuché de él de la papa se me ocurre esto.

MM: Tendrían que venir los escritores a contarnos cosas antes de que agarremos los libros. Yo les recomiendo, a los que no vinieron el miércoles pasado y a los que vinieron también, Barrefondo. Es una novela muy interesante. Por la construcción de la lengua que nos explicó, y el episodio policial que no quise spoilear el miércoles pasado. Con la realidad del policial argentino: comisarios que liberan zonas, policías que saben quiénes son los ladrones, que aprietan al piletero entregador… De Piletas leí dos o tres crónicas. Se me ocurre muy interesante. Es lo último que publicó, y son crónicas de su trabajo de piletero. Y después tiene Las chanchas y Los topos, que son bastante extrañas, pero interesantes de leer también.

Asistente: Yo leí 76, me pareció muy interesante.

MM: No lo conseguí. De ahí leí los cuentos que encontré en la Web.

Asistente: El que él citó, el de la Playboy, tiene un nivel de vivencia de la intimidad del chico, que es fabuloso. La manera en la que él puede describir ese tipo de emociones, y lo correcto e incorrecto que es, de acuerdo a quién lo mire.

MM: O el de las fotos. El protagonista va a la casa de un ex novio de la madre, a que le muestre fotos. No termina en nada… Tiene esta cosa en la que todo es sutil

Asistente: Queda una parte en la que hay un vacío.

MM: Algún otro comentario… Natacha… de la ilustración o de lo que quieras…

Natacha Goransky: No voy a hacer un análisis muy profundo. Lo primero que digo, es que yo tenía una profe de ilustración, que siempre nos decía que tratáramos de levantar los colores. Es como todo muy triste. El texto habla sobre un atardecer, y acá ves todo siempre nublado. Habla del sol, y no ves el sol… Me gustó que el caballo blanco se vea azul. Es hermosa esa composición, pero se nota que es un pintor. Y hay algunas ilustraciones que dan mucho miedo también. Pero se jugaron en la editorial, y eso es súper valioso.

Fernando: Cuando aparece con el padre… al final, cuando sale de la fábrica… Lo que yo noto, es que todas las desapariciones de las cosas que aparecen se van todas a la izquierda… que es el pasado. Y a la derecha es un presente y un futuro. Las tonalidades que usa son todas de clave baja, que significa todo lo que es muerte. Eso lo vemos en películas como Delicatessen, por ejemplo. Usa verdes, que si son de clave alta significan esperanza, por ejemplo. Y si son de clave baja significan muerte y putrefacción. Lo mismo que los rojos: cuando son de clave alta significan amor, pasión. Y cuando son de clave baja, se asocian más con sangre. Para mí, lo que consiguió el ilustrador fue extractar la búsqueda de él, y eso está en la papa. Esto lo pienso en base a la narración de su vida y su búsqueda. Yo creo que el ilustrador captó todo eso. Lo captó a él. En todo lo que contó está la búsqueda del padre.

Natacha: Hay una estética parecida a la de Daniel Santoro. No sé si lo conocen. Usa una estética peronista de los años cincuenta. Sale de la ilustración de esa época, de los Planes Quinquenales, el chalet… Una estética muy particular de esa época. Es excelente.

Álvar: Es famoso uno en el que Evita está dándole chirlos a un bebé con la cara de Lenin.

MM: ¡No lo conocía!

Asistente: De todas formas, ahora a los niños creo que les gusta la estética gótica.

MM: Por ahí a los adolescentes, pero coincido con Natacha en que acá, la editorial se jugó a algo completamente no comercial. Para un niño pequeño, un padre, salvo que sea muy vanguardista, o un tío que va a comprar un libro para el sobrino, difícilmente elijan este. Por ahí eligen este otro Julián, que está lleno de color, y con dibujos muchísimo menos “dark”.

Asistente: Yo hablo a partir de lo que les he leído a mis hijos. Una cosa es lo que imaginamos de ellos, y otra es a lo que ellos tienden… Tienen una tendencia a lo siniestro, lo mágico…

MM: Sí, por eso tienen tanto éxito los cuentos de terror…

Asistente: Exacto. Entones yo no sé si llevamos a un chico a una librería… No sé si no lo elige… A veces somos los adultos los que filtramos estas cosas.

MM: Sí. Sin haberlo pensado demasiado, dije que un papá o un tío no lo compra. Capaz que un chico lo elige.

Asistente: Yo estoy segura de que mis hijos hubiesen mirado ese libro. No hubiesen mirado nunca uno muy colorido. Recuerdo escenas en las que yo miraba una cosa, y ellos miraban otra. Y es interesante esto que decís vos, porque el comienzo del libro, qué el después da vuelta, es triste, por esa sensación de soledad y de abandono.

MM: El perro que le regala una sandía…

Asistente: Y que se va a dormir. Se queda solo. Después hace una búsqueda más reciliente, pero el inicio del cuento es triste.

MM: Es verdad, es verdad. Bueno, Félix no se quedó hasta el final, pero hemos aprovechado muy bien este rato, ¿no? Nos vemos la semana que viene.


Aplauso final.

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